¿Nos separamos o lo intentamos de nuevo?

CONSEJOS DESDE EL SENTIDO COMÚN PARA FAMILIAS EN CRISIS

De nosotros depende tener la capacidad de transmitir vida y de generar bienestar alrededor.

La vida matrimonial nunca fue fácil y saber vivirla depende de aprender a cuidar lo más sagrado que ella tiene y es su soporte: el amor.

Jorge Pacheco
Educador UCSP

La familia no está libre de afrontar crisis de todo tipo. Siempre habrá discrepancias, discordias y desavenencias. Lo preocupante, en todo caso, no es que los hogares atraviesen problemas, sino que estos dejen secuelas de desunión por la falta de amor.

La modernidad plantea situaciones que de una manera u otra, socavan la estabilidad familiar.  Al respecto el P. Rodrigo Aguilar en su programa “Algo del Evangelio”, nos dice que debemos tomar conciencia de nuestra responsabilidad por evitar que los factores externos afecten nuestra vida de familia.

“Cuando la familia, tal como ocurre con una barquita, se ve golpeada por las olas, con viento en contra, lo que hay que hacer es remar juntos y remar parejo.  Si no, no se avanza, se gira en falso y si nos dejamos llevar por la corriente, terminaremos en rumbos no muy agradables”, dice el sacerdote.

Frente a la crisis familiar ocasionada por razones externas, debemos mantenernos más unidos que nunca. Hoy las familias se ven afectadas por la cultura de lo desechable y por tanto la alternativa de divorciarse por cualquier motivo es la salida más rápida. Y claro, estas crisis mal superadas traen luego mayores dificultades que nos quitan paz y tranquilidad.

La vida matrimonial nunca fue fácil y saber vivirla depende de aprender a cuidar lo más sagrado que ella tiene y resulta su soporte: el amor.

 Vivir el amor

¿Por qué muchas personas están heridas por la falta de amor en sus familias? Porque piensan que este horizonte es demasiado exigente y que resulta imposible que el hombre y la mujer puedan estar siempre unidos en medio del tan cambiante y provisorio contexto que presenta el mundo.

Hay muchos matrimonios que se dejan influir negativamente con ideas erróneas como que “el amor es pasajero” o “es para vivirlo mientras dure”. También es muy usual escuchar que el amor “es peligroso porque quita la libertad” o que el matrimonio “es la tumba del amor”. Contra esto se puede afirmar que el amor de la pareja es una experiencia totalmente posible de vivir. Para ello se debe tener claridad sobre algunos criterios.

Vivir juntos para vivir mal no es un horizonte por el que valga la pena apostar. Nadie en su sano juicio se casa para sobrevivir, sino con la intención de vivir plenamente el amor. Si eso no ocurre, la vida deja de tener la belleza y el encanto de la experiencia del encuentro entre dos personas.

El único resultado de una relación que solo busca sobrevivir es que los esposos comiencen a atacarse mutuamente. Viven mal porque sufren en medio de un ambiente en el que cada quien hace lo que quiere. Jamás se ponen de acuerdo porque no piensan en común.

¿Cómo podemos ser más felices?
Antonio Gonzáles Vergara, psicólogo terapeuta de la Universidad Javeriana de Colombia, mencionó recientemente en el Congreso Interamericano de Familias cuatro estrategias que ayudan a vivir mejor la vida matrimonial:

Análisis y pensamiento crítico, para analizar las causas, para asumir responsabilidad frente a la adversidad y enfrentarse a ella para cambiarla.
Asumir la responsabilidad de la propia vida, no ceder ante la culpa y mantener la conciencia clara y limpia.
Iniciativa, no esperar que la decisión la tome el otro, sino tomar la iniciativa de exigirme y ponerme a prueba en la tarea difícil. Jamás renunciar a la posibilidad de aprender a amar, de aprender a crecer en el amor y en el perdón.
Comprometerse con el otro, considerándolo tan importante como uno y comprenderlo. Valorar sus virtudes y fijarse más en ellas que en los defectos. Valorarlo y respetarlo.
Creatividad, capacidad para crear orden y belleza a partir del caos y el desorden. No desanimarse frente al primer fracaso, probemos nuevamente, de manera diferente, dejemos volar la imaginación.

 

El matrimonio vivido desde el amor, sana heridas y nos hace más humanos.

Las crisis

Frente a una situación de crisis algunos piensan que la separación es la única alternativa. Eso no es, sin embargo, lo que yo aconsejaría puesto que la separación, en última instancia, no es la solución a esta manera de vivir mal.

Si llevamos el germen del mal vivir, nada nos garantiza que en cualquier otra relación nos irá bien.

No se trata de ser tolerantes, en el sentido de ser permisivos por impotencia, porque eso también genera sufrimiento. Tampoco se trata de resignarse y ‘soportar’ por miedo o por incapacidad la situación. No tiene sentido estar penando juntos y pensar con resignación “que es la vida que nos ha tocado vivir”.

 ¿Qué hacer?

Lo primero es reflexionar ¿qué ha fallado en nuestra relación? Tengamos en cuenta que la personalidad humana es resultante dinámica del proceso diferenciación-integración. Porque somos diferentes podemos complementarnos. Por otro lado, reflexionemos con serenidad qué cosas de las que hago debo cambiar. Nadie está condenado a vivir de la misma manera siempre.

Un consejo: llevar cuenta del día que decidimos aprender a ser felices.

Lo segundo es ser racionales. Los seres humanos, para gobernar la vida, tenemos un instrumento preciso que no tienen los animales: la razón. Desde la razón podemos llegar al convencimiento de que hay modos de vivir que nos hacen bien y otros que nos hacen daño. Entonces, siempre será más sensato comunicarnos, perdonarnos, respetarnos y darnos ternura, que vivir callados, con rencores, insultos y amarguras.

Vivir amargado o decepcionado, vivir con desesperanza, no es vida. Esto genera malestar en los demás. nos convertimos en personas tóxicas que producen enfermedad en el otro, con su cónyuge, con los demás. Hay personas que llegan a ser tóxicas, amargadas y hacen vivir una vida insufrible.

Lo tercero es tomar una sabia decisión: aprender a ser felices. Felizmente nuestra naturaleza humana es capaz de tomar decisiones y poder realizarlas. No demos cabida al pesimismo. Detengámonos para resolver nuestras diferencias y si no podemos hacerlo solos, pidamos la ayuda de un tercero, un amigo o un profesional.

Varias de estas recomendaciones, son sugeridas y respaldadas por expertos como el psicólogo Antonio Gonzáles Vergara y también por diversos especialistas de la materia.

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