¿Misa de cara al pueblo o mirando al Oriente?

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

En estos últimos días ha vuelto la polémica sobre la celebración de la Misa y la dirección en la que debe mirar el sacerdote. Existen estas dos opciones: “de cara al pueblo”, como estamos acostumbrados; o “hacia Oriente”, como se hacía antes del Concilio Vaticano II.

El Cardenal Robert Sarah, prefecto para la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha logrado este revuelo al afirmar que “es muy importante que volvamos tan pronto como sea posible a una orientación común, de los sacerdotes y los fieles vueltos todos hacia la misma dirección, hacia el este o al menos al tabernáculo, hacia el Señor que viene”.

Los de mi generación casi no sabrán ni de lo que hablo y quizás sólo algún sexagenario recordará lo que era oir Misa en Latín. Quizás lo único que hayan escuchado es que antes se hacía “de espaldas al pueblo” y que nadie subía a leer. ¿Es que acaso el Cardenal Sarah quiere que volvamos al llamado rito extraordinario?

Eucaristía

Es trascendental que entendamos la importancia de esto: el centro de la vida del cristiano es la Eucaristía y su expresión es la Liturgia. No se trata de disquisiciones sobre el sexo de los ángeles, sino de un elemento que inunda de manera completa la vida cristiana. Es por eso que la prudencia resulta elemental a la hora de tocar el sagrado culto divino.

El Cardenal no ha propuesto un retorno al modo extraordinario, ni siquiera una fusión entre los dos ritos. Ya hace unos meses dejó en claro que el Concilio Vaticano II no pi-dió que el sacerdote mirara hacia el pueblo durante toda la Misa. En las partes en las que asamblea y presidente se dirigen junta y directamente hacia Dios, la situación es diferente que en los momentos de diálogo entre ambos.

Sin duda, es de resaltar su impecable prudencia, claro y directo pero impecable. En un día a día donde estamos acostumbrados a elevadas opiniones con autosuficiencia adolescente por parte de quienes tienen una autoridad autoimpuesta o autosugestionada, es un deleite espiritual ver la simplicidad de este Príncipe de la Iglesia africano.

Ad orientem

Por el cargo que ocupa, el Cardenal Sarah es la máxima autoridad después del Papa en cuanto a Liturgia. Sus palabras han sido claras: “No es necesario tener un permiso especial para celebrar mirando al Señor”, pues “la celebración ad orientem está autorizada por las rúbricas”.

Sin embargo, “les pido que implementen esta práctica en donde sea posible, con prudencia y con la necesaria catequesis”, confiando en que “su propio juicio pastoral determinará cómo y cuándo es esto posible”. A fin de cuentas, “la liturgia no es acerca de usted o de mí” sino que “es, ante todo, acerca de Dios y lo que Él ha hecho por nosotros”.

De esta manera, no se trata de una imposición, ni siquiera de una novedad, sino de una invitación a repensar una posibilidad que está contemplada en los textos vigentes. Cada uno lo recibirá como su subjetividad le permita: ya hay quien, airado, le ha llamado arcaico y derogador del Concilio y quien, pensando lo mismo pero con alabanzas en vez de descalificaciones, ha saltado de gozo entendiendo que el Cardenal pretende “tridentinizar” la liturgia.

No se trata de eso, ya la Santa Sede ha aclarado las palabras del Cardenal, afirmando que “no hay previstas nuevas directivas litúrgicas a partir del próximo Adviento”, que es cuando Sarah proponía la adopción de estas medidas.

Así que nadie se asuste, nos encontramos muy lejos de reconfigurar la celebración eucarística, pero quizás sí estemos más cercanos a retomar el estudio del Concilio y el significado de los textos vigentes.

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