Migración extranjera y económica en Arequipa (siglos XVI-XVIII)

Desde su fundación, Arequipa vivió una situación bastante parecida al resto del país, con respecto a la migración foránea.

Víctor Condori

La historia tradicional nos ha enseñado que el Perú por su ubicación geográfica, en la parte central y occidental de América del Sur, estuvo relativamente alejado de las grandes corrientes migratorias europeas que confluyeron en algunas regiones sudamericanas como Argentina, Brasil y Uruguay, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta principios del XX. Sin embargo, estudios más recientes nos señalan que, nuestro país, aunque en menor proporción, sí participó de los más importantes movimientos de migración conocidos.

Así, desde el establecimiento del régimen colonial español en el temprano siglo XVI y en diferentes momentos, hasta nuestros días, nuestro país ha sido un destino de cierta importancia, para algunos grupos humanos provenientes de distintas regiones del mundo, quienes lograron arribar de manera voluntaria o forzada, individual o colectiva.

Entre los principales grupos poblacionales que arribaron al Perú, en orden cronológico, tenemos a africanos, vascos y navarros, ingleses, franceses, alemanes, italianos, chinos, japoneses, palestinos, judíos, croatas, españoles, argentinos, colombianos y más recientemente, venezolanos.

Migración permanente

Paralela a esta migración externa, el Perú también ha experimentado otro tipo de migración, tan o más importante que la anterior, desde épocas muy tempranas y que continúa hasta nuestros días. Nos referimos a la denominada migración interna, es decir, los movimientos poblacionales del campo hacia las ciudades, de la sierra a la costa, del interior a la capital y por último, de una ciudad a otra.

Se trata de una migración permanente, que se ha movido impulsada por distintos factores económicos, sociales, culturales y políticos, muchos de ellos relacionados entre sí, como la pobreza del campo, los desastres naturales, la falta de trabajo, la ausencia de instituciones educativas, el terrorismo y hasta la búsqueda de mejores oportunidades laborales, por mencionar algunas de ellas. Lamentablemente, por ser trascendental y complejo, el tema de la migración interna escapa a los objetivos del presente artículo y a nuestras propias investigaciones que tienen como eje, básicamente, la migración extranjera.

El aporte

Volviendo al tema principal, muchos de aquellos grupos poblacionales establecidos de manera definitiva en nuestro país, en mayor o menor medida, han contribuido al desarrollo económico del Perú, y sobre todo, al enriquecimiento de nuestra ya variada y diversa cultura, además de, su inserción dentro de la sociedad.

Las consecuencias más resaltantes en ese aspecto, podemos observarlas en los casos de la migración africana y china. Curiosamente, ambas corresponden a los movimientos más grandes que llegaron al Perú y casi en las mismas condiciones, es decir, como fuerza de trabajo servil y esclava.

En Arequipa

Desde su fundación, Arequipa vivió una situación bastante parecida al resto del país, con respecto a la migración foránea. Así, a la inicial población española e indígena de la región, se sumó tempranamente la población africana en calidad de esclava, que para 1570 superaba el medio centenar.

Esta migración africana siguió en aumento en los siglos siguientes; aunque, sin llegar a alcanzar el volumen que tuvo en regiones como la costa central y sobre todo la capital del virreinato, Lima, donde para la década de 1790 representó casi el 50 % de sus habitantes, entre esclavos y libertos, en comparación al 10% de la población arequipeña, por aquellos mismos años.

La población esclava de Arequipa durante la Colonia, cumplió una importante labor en diversas actividades, dentro y fuera de la ciudad. Dentro, fue empleada como personal doméstico tanto en casas de familias acomodadas como en los monasterios o conventos; fuera de ella, se la utilizó como fuerza de trabajo en algunas haciendas, sobre todo, en aquellas ubicadas en los cercanos valles de Vítor y Majes, célebres por sus extensos viñedos y la producción de los afamados vinos y aguardientes.

Asimismo, esta población esclava fue instruida muy tempranamente en algunas artes u oficios bastante lucrativos, lo que generó considerables ingresos para sus propietarios y un mayor precio de venta para los mencionados.

De ese modo, se podía encontrar en las calles de la ciudad, durante este periodo, esclavos dedicados a la arriería, sastrería, zapatería, carpintería, herrería, confitería y tejido. En estas últimas actividades, los esclavos entraron en directa competencia sobre todo, durante el siglo XVII, con una nueva población indígena dedicada a los mismos oficios.

Migración indígena

Con  respecto a esta nueva población, después de los terribles terremotos y epidemias de fines del siglo XVI e inicios del XVII, la población originaria de la región se redujo considerablemente, pasando de 201 830 habitantes en la década de 1550 a solo 35 500 en 1620.

Frente a esta situación, las autoridades españolas de la ciudad, a fin de contrarrestar tamaña disminución en aquella población, expresada en una falta aguda de mano de obra, recurrieron al método de atraer grupos indígenas de otras regiones.

Así, cientos de ellos arribaron en calidad de forasteros, vale decir, indios libres; pero, a diferencia de los mitayos o de los indios de las comunidades (originarios) de otras regiones, “no se intercalaron dentro del viejo marco socioeconómico”, tampoco acudieron a emplearse en el servicio doméstico como ocurrió en Lima, sino que, se dedicaron a actividades más libres y emergentes como el artesanado.

Esta actividad resultó ser muy atractiva en una ciudad como Arequipa, donde la “tradición artesanal era aún débil” pero muy necesaria dadas las continuas reconstrucciones que se hicieron a causa de los violentos terremotos de 1582, 1600 y 1604.

Además, tales oficios fueron importantes, porque le dieron a la nueva población indígena de la ciudad una mayor libertad de movimiento, de relación con otros grupos sociales, así como un frecuente intercambio de usos y costumbres, que sirvieron a la postre para acortar las distancias sociales que habían separado en Arequipa a indios de españoles.

 

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