Los viajeros franceses y Arequipa (parte I)

Flora Tristán llegó en 1833, en busca del reconocimiento familiar y la herencia paterna

Crónicas de Arequipa

La presencia gala en estas tierras estuvo relacionada con el Asiento de Negros obtenido por la compañía francesa de Guinea en 1701.

Víctor Condori

Una de las más distinguidas visitantes francesas de nuestra ciudad en el siglo XIX fue Flora Célestine Thérese Henriette Tristán Moscoso Lainé, conocida como Flora Tristán.

La presencia de extranjeros en los territorios de Hispanoamérica tuvo su origen en el temprano siglo XVI, aunque no formó parte de ninguna política migratoria impulsada por la monarquía española. Sin embargo, con el advenimiento de una nueva dinastía a comienzos del siglo XVIII —los Borbones—, las colonias americanas se abrieron a numerosos comerciantes, funcionarios y viajeros, particularmente, franceses.

Oficialmente, la presencia gala en estas tierras estuvo relacionada con el Asiento de Negros obtenido por la compañía francesa de Guinea en 1701. Se trataba de un permiso que autorizaba la introducción de 48 000 piezas de esclavos para su venta en distintas regiones de América en el lapso de diez años.

Como consecuencia, las herméticas puertas del Nuevo Mundo quedaron abiertas al comercio y la especulación de numerosos y atrevidos hombres de negocios allende los Pirineos hasta por lo menos 1713. En ese año, terminó la guerra por la sucesión al trono de España, que enfrentó durante más de una década a su aliada Francia con Inglaterra, Países Bajos y Austria —denominada precisamente guerra de Sucesión—.

 

En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad de Arequipa se convirtió en el destino de numerosos comerciantes y viajeros, particularmente franceses.

El primer francés en la Ciudad Blanca, fue Gabriel-Pierre Lafond (1802-1876), marino y comerciante, quien llegó a mediados de 1826.

En Arequipa

Un siglo después, con el inicio de las guerras de Independencia, se multiplicaron las visitas de extranjeros tanto ingleses y franceses como norteamericanos a nuestro país. Y así, también a Arequipa. En la primera mitad del siglo XIX, la ciudad se convirtió en el destino de numerosos comerciantes y viajeros, particularmente franceses.

Los primeros comerciantes galos en Arequipa llegaron atraídos por la posibilidad de realizar grandes negocios y obtener rápidas utilidades; ese fue el caso de Santiago Le Bris, Juan Bautista Poncignon, Fernando Le Platenier, Clemente Cerf y Juan Bautista Jacquet.

Mientras que los viajeros franceses estuvieron motivados más por intereses científicos, culturales o familiares y su presencia en tierras arequipeñas fue bastante breve.

Al margen del tiempo de residencia, estos viajeros nos legaron un valioso testimonio personal acerca de la geografía, las costumbres, la gastronomía y la vida intelectual y política de Arequipa a inicios de la República. Entre ellos, tenemos a Gabriel Lafond, Alcide D’Orbigny, Eugene de Sartiges, Flora Tristán y Léonce Angrand.

El primero

El primer francés en la Ciudad Blanca fue Gabriel-Pierre Lafond (1802-1876), marino y comerciante, quien llegó a mediados de 1826, durante los últimos meses de la presencia de Bolívar en el Perú. Escribió varios libros sobre sus viajes alrededor del mundo y en uno de ellos manifiesta sus impresiones acerca del puerto de Quilca, la ciudad de Arequipa y algunos personajes que vivían en ella.

En 1833, Alcide Charles Víctor Marie Dessalines D’Orbigny (1802-1857), naturalista, paleontólogo y explorador, visitó Arequipa para realizar labores de investigación y exploración.

El naturalista y paleontólogo Alcide Dessalines D’Orbigny visitó Arequipa como parte de sus labores de investigación y exploración.

Un naturalista

A mediados de 1833, Alcide Charles Víctor Marie Dessalines D’Orbigny (1802-1857), naturalista, paleontólogo y explorador, visitó Arequipa como parte de sus labores de investigación y exploración. Años después, todas sus experiencias serían publicadas en once tomos, entre 1835 y 1849.

En esta vasta obra, nos habla acerca de las viviendas y los materiales de construcción que se empleaban, los numerosos conventos y las costumbres religiosas, los atributos de las mujeres arequipeñas, el principal volcán de la ciudad y las condiciones climáticas, las diferentes fuentes de aguas termales o curativas de los alrededores. Y, a pesar de permanecer solo algunas semanas, se dio tiempo para estudiar las llamadas antigüedades peruanas (restos arqueológicos) “que pude reconocer y observar en este punto en gran número”.

 

En este libro, Flora Tristán narra sus vivencias en Arequipa, cuando llegó en busca de reconocimiento familiar.

Flora Tristán

El 13 de setiembre de 1833, llegó a esta ciudad Flora Célestine Thérese Henriette Tristán Moscoso Lainé (1803-1841), conocida universalmente como Flora Tristán. Hija de Mariano Tristán y Moscoso, un acaudalado propietario arequipeño residente en Burdeos, y una dama local.

Luego de la muerte de sus progenitores, emprendió un arriesgado y largo viaje que tenía como destino Arequipa. Flora Tristán buscaba el reconocimiento familiar y la correspondiente herencia paterna, que se encontraba en manos de su tío Pío Tristán, vecino y hacendado del valle de Majes, antiguo general de los ejércitos reales y último virrey del Perú.

La estadía de Flora Tristán en Arequipa fue prolongada (siete meses), y durante ese tiempo pudo observar, desde una posición privilegiada, parte de la vida cultural, social y política de la ciudad.

Asimismo, gracias a su doble condición: extranjera y sobrina de tan importante personaje como Pío Tristán, entró en contacto con la élite local y las costumbres de una ciudad detenida en el tiempo, donde, además de las tradiciones señoriales de origen colonial, resaltaba notoriamente la enorme influencia de la Iglesia católica en la vida de sus habitantes.

También demostró gran interés por la situación de sus compatriotas residentes y tuvo la oportunidad de ser testigo presencial de intrigas y conflictos políticos, tan característicos de nuestros primeros y desordenados años republicanos. Todas estas vivencias fueron recogidas y publicadas posteriormente en sus Peregrinaciones de una paria (1838).

Gabriel-Pierre Lafond, marino y comerciante, fue el primer francés que llegó a Arequipa, a mediados de 1826.

Un vizconde

A finales de 1833, otro viajero francés hizo escala en la ciudad, se trataba del vizconde  Étienne-Gilbert-Eugéne de Sartiges de Sourniac (1809-1892), diplomático y escritor francés, quien como secretario de la Embajada de Francia en Brasil estuvo de paso por esta ciudad en la misma época en que lo hizo su compatriota Flora Tristán.

El 13 de setiembre de 1833, llegó a esta ciudad Flora Célestine Thérese Henriette Tristán Moscoso Lainé (1803-1841), conocida universalmente como Flora Tristán.

Durante el poco tiempo de su estadía en Arequipa, mostró un profundo interés por diversos aspectos de la vida social y cultural, aunque nada se comparaba con su interés por la población femenina.

Luego de recorrer diversos países de América del Sur, en 1851, escribió un libro de viajes con el seudónimo E. S. de Lavandais. Además de los ya mencionados temas de su interés, describió la situación de los extranjeros en la ciudad, el comercio de vinos, aguardientes y lanas al interior de la región y las interminables reuniones sociales de la élite arequipeña, en medio de largas conversaciones, variadas comidas y entretenidos bailes.

El dato

En setiembre de 1834, visitó Arequipa Léonce Angrand (1808-1886), diplomático y pintor francés. Después de permanecer aquí por dos semanas, dejó una colección de dibujos a lápiz de la iglesia Santa Marta, la plaza San Francisco, la Casa de la Moneda y el viejo puente Bolognesi, entre otros.

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