Los viajeros franceses y Arequipa (II parte)

Hacia el siglo XIX, les llamó la atención la arquitectura urbana de la Ciudad Blanca

Crónicas de Arequipa

Se sorprendieron por el uso del sillar y el sistema de bóvedas utilizado en la construcción de viviendas e iglesias.

Víctor Condori

Aunque los viajeros franceses del siglo XIX describieron de manera desigual diversos aspectos de la ciudad de Arequipa, su población y sus conflictos políticos, quisiera centrarme en esta segunda parte en uno de los temas que considero que generó mayor interés entre ellos.

Me refiero a la arquitectura urbana. Para la última entrega (III parte), trataré un tema bastante polémico, relacionado con las apreciaciones personales de tales viajeros sobre las costumbres y las tradiciones religiosas de los arequipeños, además de la influencia cultural francesa en algunas familias de la élite local.

“Las casas, construidas muy sólidamente con hermosas piedras blancas, no tienen sino un solo piso y abovedado a causa de los temblores. Son en general espaciosas y cómodas”. Flora Tristán.

La vivienda arequipeña

La recordada Flora Tristán acerca de la ciudad escribió: “Las calles de Arequipa son anchas, cortadas en ángulos rectos, regularmente pavimentadas”, en alusión a la tradicional disposición geométrica de las ciudades españolas. Con relación a las viviendas, nos indica: “Las casas, construidas muy sólidamente con hermosas piedras blancas, no tienen sino un solo piso y abovedado a causa de los temblores. Son en general espaciosas y cómodas”.

Para Eugene de Sartiges, todas estas casas están construidas siguiendo un mismo modelo, “un gran pórtico que da a la calle; un patio pequeño pavimentado con guijarros de diferentes colores, rodeado en sus cuatro lados por una maciza construcción; en el fondo del patio, frente al pórtico, la sala de recibo”.

A decir de Gabriel Lafond, esta homogeneidad en sus viviendas le da a Arequipa “toda la monotonía de otras ciudades de la América española”, lo cual, a su vez, le imprimía a la ciudad “el aspecto triste de una fortaleza llena de un montón de prisiones”.

El sillar y las bóvedas fueron usados para hacer frente a los sismos.

El uso del sillar

Con respecto a los elementos y las técnicas de construcción, llaman la atención sobre el material las gruesas paredes y los techos abovedados. El material de construcción más utilizado en la ciudad, explican, es una especie de tufo volcánico denominado sillar.

Y sobre él, el paleontólogo y explorador Alcide D’Orbigny señala: “Las casas de Arequipa están construidas con una especie de piedra blanca, tan blanda que al trabajador le cuesta poco cortarla. Puesta al aire, se endurece bastante, como que da lugar a decir que es más fácil construir en Arequipa una casa nueva que destruir otra que sea vieja”.

Adicionalmente, Lafond complementa: “estas piedras son algo similares a tufos que se encuentran en Francia, a orillas del Loira, pero son de grano mucho más blanco y más fuerte”.

Las casonas son un recuerdo de la historia y la tradición de Arequipa.

“Las casas de Arequipa están construidas con una especie de piedra blanca, tan blanda que al trabajador le cuesta poco cortarla. Puesta al aire, se endurece bastante, como que da lugar a decir que es más fácil construir en Arequipa una casa nueva que destruir otra que sea vieja”. Alcide D’Orbigny.

Arequipa telúrica

Como es de conocimiento hoy, la naturaleza sísmica de la región obligó a los constructores coloniales a dejar de lado la altura para favorecer la solidez de las viviendas arequipeñas, y así lo percibieron también estos visitantes ocasionales.

Flora Tristán menciona, por ejemplo, que “las paredes de las casas tienen de cinco a seis pies de espesor. Las piezas, aunque abovedadas, son muy elevadas […]. Estas bóvedas hacen que los departamentos se asemejen a sótanos y la monotonía de su tono blanco cansa y entristece”.

En ese mismo sentido, Sartiges comenta: “Las iglesias son como los conventos y las casas de los particulares, abovedadas y con arcos macizos […], las paredes son tan gruesas como nuestros viejos muros feudales”.

Al final, todos ellos coinciden en la causa principal de aquella excesiva anchura. “Las paredes son  muy gruesas —concluye D’Orbigny—, del mismo modo que la catedral, de los conventos y de las iglesias, por causa de los temblores de tierra que son frecuentes y muchas veces desastrosos”.

Aunque Lafond considera desagradables las bóvedas y los arcos, termina por aceptar que “este sistema de construcción también está determinado para la solidez de los edificios y la previsión de los terremotos, que siempre se deben esperar en una zona volcánica”.

“Las iglesias son como los conventos y las casas de los particulares, abovedadas y con arcos macizos […], las paredes son tan gruesas como nuestros viejos muros feudales”. Eugene de Sartiges.

Experiencia personal

Como si no fuera suficiente todo lo manifestado y concluido acerca de los factores que influyeron en las peculiaridades de la arquitectura arequipeña, a los cinco días de su llegada a la ciudad, el 18 de setiembre de 1833, Flora Tristán enfrentó por primera vez en su vida uno de esos movimientos tectónicos tan característicos en la región.

La primera sacudida tuvo lugar a las seis de la mañana, duró dos minutos. “Me desperté sobresaltada y casi fui arrojada fuera de mi lecho. Creí estar todavía a bordo, mecida por las olas”, escribió en su recordada obra Peregrinaciones de una paria.

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