Los arrieros en el Virreinato: agentes de intercambio cultural

Rafael Longhi Saravia

Continuando con el desarrollo del tema de nuestra primera entrega y luego de repasar la expansión de la civilización inca en el Sur Andino, nos ocuparemos de lo que significó el periodo virreinal para la consolidación de dicho espacio geográfico como unidad económica, social y cultural.

Lo que hoy comprende el Altiplano y los valles de Bolivia, y el norte de Chile —lo que correspondería a las regiones comprendidas entre Arica y Coquimbo—, estuvieron dentro del Virreinato del Perú, por lo mismo, aquella relación entre los estos territorios y el sur peruano fue por demás estrecha y los vínculos intensamente dinámicos.

Los arrieros

Como en más de una oportunidad lo hemos indicado, los arrieros, esa suerte de comerciantes–viajeros encargados del transporte de mercancías por aquellos caminos de herradura —que eran el complejo entramado vial que daba soporte al comercio de entonces—, desempeñaron un papel protagónico.

A la manera de “agentes de intercambio cultural” hacían posible la consolidación del Sur Andino no solo como un espacio económico y social, sino también como lo que en cierta medida es hasta hoy: un espacio cultural.

Aun en la actualidad, entre la gente del campo en el norte argentino, una buena mula o un buen caballo de faena podrían realizar la proeza de llegar al Perú y volver con éxito, al menos en teoría.

Más de un memorioso recuerda a algún ancestro que haya realizado aquel periplo, o por lo menos haya llegado hasta Potosí, o que se haya visto involucrado en el lucrativo comercio de prendas peruanas —generalmente calcetines— afamadas por ser especialmente abrigadoras.

También a quien haya tenido alguna participación en el denominado “trajín de hierbas del Paraguay”, que por cierto, hasta bien entrado el siglo XIX seguía siendo consumido en el sur del Perú —incluida nuestra ciudad— y que conforme a cierta documentación proveniente del XVIII, fue considerada como producto de primera necesidad, existiendo como prueba de ello en nuestro medio unos cuantos antiguos mates, incluso algunos primorosamente revestidos en plata.

El arequipe

Para terminar, un último dato: a un celebrado dulce a base de leche en la región rioplatense de Cuyo, le conocen con el nombre de “arequipe”. Lo mismo ocurre en Colombia y otros países de Sudamérica. Su origen probablemente sea en Chile, como esbozan algunos tratadistas, y su difusión una consecuencia del tránsito de la Corriente Libertadora del Sur.

Es muy posible que el nombre de este dulce guarde relación, tal como lo sugiere Alonso Ruiz Rosas, con nuestra localidad, por ser una reconocida cuenca lechera en tiempos pasados. Por todo ello, la especial relación entre los pueblos de esta región hoy dividida por fronteras internacionales, más allá de la habitual retórica política de sus gobernantes es, en sentido histórico y cultural, un genuino ejemplo de verdadera integración.

Salir de la versión móvil