Libertad de expresión y libertad de religión

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

La libertad de expresión y la libertad de religión están estrechamente ligadas y hoy podríamos pensar que son indiscutibles. Y podríamos estar muy equivocados. Podríamos dar por hecho que en nuestra sociedad actual todos respetamos nuestras diferentes religiones y opiniones. Pero, ¿esto sucede realmente? Si miramos un poco los últimos sucesos del viejo continente, padre de nuestra cultura, podríamos llevarnos unas sorpresas.

Doble rasero

Todos recordamos el atentado contra la revista Charlie Hebdo. Las redes sociales se llenaron de famosos con la frase ‘Je suis Charlie’ (‘Yo soy Charlie’) y la comunidad internacional estaba unida en una sola opinión: La libertad de expresión es la más alta manifestación de la democracia.

Aunque la revista satírica se dedicara constante e insistentemente en ofender, burlarse y menospreciar al Islam y al Cristianismo, la libertad de expresión resultaba absoluta. La libertad de religión, no tanto, por supuesto. Los asesinos eran asesinos; los insultantes, héroes. Un insulto a una religión es un insulto a los que conforman esa religión y, por tanto, es un atentado contra la libertad de religión.

Sin embargo, cuando el que dice algo medianamente duro es un cardenal y es en contra de la ideología de moda, las cosas cambian. Ahora la libertad de expresión pesa un poco menos. Ahora está claro que ésta tiene un límite, y que lo que prima es la libertad de pensamiento y el respeto por los ideales del otro, lo que podríamos llamar libertad de religión.

Cañizares

El Cardenal Antonio Cañizares, de Valencia (España) ha estado a un paso de acabar en la cárcel por hablar en contra de la ideología de género. Para sus acusadores, hablar del ‘Imperio Gay’ es un crimen de odio. Según éstos, el Cardenal incitaba a la discriminación y, si no es porque el juez inadmitió las denuncias, ahora estaríamos en pleno proceso judicial.

¿Cómo se entiende que en una situación valga más la libertad de expresión y en otra la de religión u opinión? Con los atentados todos se abanderaron con el ‘Je suis Charlie’. Lo lógico sería que la opinión pública hubiera saltado esta vez con un ‘Je suis Cañizares’.

Diferencias

La diferencia en esta ocasión quizás sea más quién se expresa de cierta manera y quién se siente ofendido. Y además, el poder que el ofendido tenga sobre la opinión pública. Si se da una tan clarísima diferencia en las reacciones a nivel general, quizás podamos sacar conclusiones. Incluso a lo mejor podemos llegar a atrevernos a inferir que mientras que un insulto a una religión no tiene repercusión en nuestra sociedad, un insulto al colectivo LGTB sí.

Por tanto, nos encontramos con que las tan criticadas palabras del cardenal español escocieron porque tocaron donde no debían y dieron en el clavo: El imperio gay es intocable, es como la niña de los ojos de nuestra cultura relativista. Y cuando se toca, arde. Si no fueran un imperio, no les dolería: Ya saben, quien se pica ajos come.

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