La migración británica en Arequipa (siglo XIX)

Los ingleses llegaron en los últimos años del Gobierno virreinal

Aportaron no solo en el campo económico, sino también en la vida política y cultural de la región.

Víctor Condori

La presencia de súbditos británicos en las costas del Perú tuvo su origen en la guerra que enfrentó a la católica España contra la protestante Inglaterra, allá por la segunda mitad del siglo XVI.

De ahí en adelante, tan incómoda presencia estuvo asociada a la figura de codiciosos contrabandistas, atrevidos aventureros y, sobre todo, temerarios piratas, como Francis Drake, Thomas Cavendish y Richard Hawkins, quienes de tanto en tanto, extendían sus actividades hacia esta parte del continente americano con el objetivo de realizar lucrativos negocios o capturar valiosas embarcaciones.

Para 1822, ya encontramos residiendo en la ciudad de Arequipa a algunos comerciantes ingleses, como Luis Stevenson, Tomás Crompton, Guillermo Turner, Roberto Page, Guillermo Hodgson y Santiago Ygualt.

El aporte de la migración inglesa al comercio de lanas y al desarrollo de la industria textil en Arequipa fue muy significativo.

Sin embargo, su establecimiento oficial y definitivo en tierras peruanas se produjo recién durante las guerras de independencia, aunque en diferentes circunstancias. Mientras que en la ciudad de Lima este se dio luego de la proclamación de San Martín, en julio de 1821, en Arequipa, ocurrió durante los últimos años del Gobierno virreinal, gracias a una serie de permisos temporales otorgados por las autoridades locales.

Así, para 1822 ya encontramos residiendo en la ciudad de Arequipa a algunos comerciantes ingleses, como Luis Stevenson, Tomás Crompton, Guillermo Turner, Roberto Page, Guillermo Hodgson y Santiago Ygualt, dedicados básicamente a la importación de mercancías europeas para su comercialización en la sierra sur del Perú y Charcas (hoy, Bolivia).

Al finalizar la guerra por la independencia, muchos de aquellos tempranos empresarios continuaron con sus actividades mercantiles y en sociedad con algunos compatriotas recién llegados a la región, y buscaron incursionar en otras actividades lucrativas, como la minería. En tal sentido, constituyeron ambiciosas sociedades o compañías para el laboreo de antiguos yacimientos como el de Huantajaya, en Tarapacá, y otros nuevos ubicados en las provincias de Puno, La Paz y Oruro.

Crisis financiera

Pero, lamentablemente, para fines de la década de 1820, la mayoría de estos comerciantes británicos habían desaparecido debido, sobre todo, al quiebre de numerosas empresas mineras y comerciales en el contexto de la primera crisis financiera internacional, conocida como el Pánico de Londres, de 1825 a 1826.

A partir de esa fecha, el comercio extranjero y, en cierta medida, la propia economía arequipeña comenzaron a caer lentamente en manos de grandes comerciantes mayoristas, denominados almaceneros, propietarios de sólidas negociaciones y dedicados exclusivamente a la importación de efectos europeos y la exportación a Europa de lana de camélidos, cascarilla y metales preciosos.

Los ingleses promovieron la fundación de instituciones como la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa.
El ferrocarril del sur contribuyó al desarrollo comercial de Arequipa en el siglo XIX.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de este selecto grupo de monopolistas, destacaron algunos comerciantes británicos, como Samuel B. Mardon, Juan Moens, Federico Marriot, Juan Robinson, Samuel Went, Tomás Mac Laughlin y los hermanos Juan, Santiago y Carlos Jack. Estos últimos, naturales de la región de Elgin, en Escocia.

Los migrantes ingleses aportaron particularmente como promotores en la fundación del Club Arequipa (1871), el Banco de Arequipa (1871-1882) y la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa (1887).

Varios de ellos, a diferencia de la primera generación, buscaron echar raíces en Arequipa tomando en matrimonio a distinguidas damas de la élite local, poseedoras de sólidos lazos familiares y muy atractivas dotes.

Este fue el caso de Samuel B. Mardon, quien se casó con María Candelaria García y Ureta; Juan Federico Johnson, con María Cáceres y Quezada; Juan Moens, con Paula Prado Zavalaga; Federico Marriot, con Bernardina Rivero y Besoaín; Samuel Went, con Juana Chocano y Vílchez; Juan Ward, con Joaquina Chocano; Guillermo Matheus, con Mercedes Sánchez Cossío y Diego Tomás Gibson, con Juana Estremadoyro y Vásquez.

Cambio generacional

Como si se tratara de un tiempo cíclico, para la segunda mitad del siglo XIX los grandes almaceneros extranjeros comenzaron a ser reemplazados por una nueva generación de comerciantes, muchos de los cuales habían llegado como empleados o dependientes de estas mismas firmas. Independizados al poco tiempo, abrieron sus propios negocios, respaldados por una vasta experiencia comercial y mejores relaciones sociales con vecinos y empresarios de la región.

Todo ello les permitió expandir aún más el lucrativo comercio de lanas y así, en poco tiempo, convirtieron la ciudad de Arequipa en el mayor centro de comercialización de América del Sur, posición que se consolidó aún más con la construcción del ferrocarril del sur, que unió el puerto de Mollendo con la ciudad de Arequipa y esta, a su vez, con el departamento de Puno, el más importante centro productor de lana de camélidos del mundo.

Como no podía ser de otra manera, de los numerosos comerciantes dedicados a esta actividad, el grupo más destacado lo conformaban súbditos de su majestad británica, como Jorge Federico Stafford, Guillermo Ricketts, Guillermo Enrique Fletcher y Alejandro Hartley, entre otros.

Aporte a la sociedad

Si hacemos un balance del aporte extranjero a la vida política, económica y cultural de la región durante el siglo XIX, diremos con respecto a la primera generación que fue poco significativa, ya que estuvo conformada básicamente por aventureros que tenían como único objetivo enriquecerse rápidamente y retirarse a Europa a vivir de sus ganancias.

Existen registros acerca de la presencia de algunos comerciantes británicos en nuestra ciudad a partir de 1822.

Contrariamente, fueron los descendientes de la segunda y la tercera generación de comerciantes arraigados en suelo arequipeño, como Enrique W. Gibson, Federico Marriot Rivero, Eduardo de Poncignon y otros más, quienes terminaron integrándose a la sociedad local y participaron de forma comprometida en actividades políticas, culturales, institucionales y de fomento.

De esta forma, los migrantes ingleses aportaron no solo a través de su labor de comerciantes o como autoridades municipales, sino también, y particularmente, como promotores y protagonistas activos en la fundación de las primeras instituciones de carácter socio-cultural, financiero y empresarial de la región, como el Club Arequipa (1871), el Banco de Arequipa (1871-1882) y la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa (1887).

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