La Cruz, un símbolo de fe y tradición

Geraldine Canasas Gutiérrez

La cruz es sin duda alguna el símbolo del cristianismo por excelencia. Representa también la vida de Jesucristo, su sacrificio por la humanidad y la agonía de todo su calvario que finaliza no con la muerte sino con la resurrección.

Después de la llegada de los españoles y al unirse el rito evangelizador con las costumbres propias de los indios nativos, en muchos lugares se venera a la cruz. Esta es adornada con flores, cintas y demás objetos que la exalten, para luego dar paso a la procesión que finaliza con una fiesta popular de gran magnitud.

In hoc signo vincis

El origen de venerar a las cruces se remonta a la época del emperador Constantino (siglo IV), quien al sexto año de su reinado en Roma tuvo que lidiar una batalla con los barbaros a orillas del río Danubio.

Una noche tuvo una visión: la Cruz de Cristo se hallaba frente a él y tenía escritas las palabras “In hoc signo vincis” (con esta señal vencerás). Al día siguiente el emperador construyó la cruz, la uso como estandarte y contra todo pronóstico, derrotó al ejército enemigo.

A su regreso, Constantino se bautizó cristiano y mandó a su madre, Santa Elena, a Jerusalén a buscar la verdadera Cruz de Cristo. Cuando hallan el madero, lo encuentran con otros tantos ensangrentados, para descubrir cuál era el que pertenecía a Cristo, se colocó a personas enfermas encima de los mismos que repentinamente se curaron, al hallarlo lo llevaron a Roma. En ese momento nace la veneración a la Santa Cruz.

Fiesta y devoción

A propósito del tema, Ricardo Narváez, profesor de Historia, comentó a Encuentro: “el dolor y el sufrimiento siempre estuvo muy presente en la devoción cristiana y eso es lo que justamente representa la cruz. La cruz representa en la liturgia y en la tradición, el triunfo de la vida sobre la muerte, la recompensa de saber que tras un dolor determinado o prolongado, hay esperanza”.

Por otro lado, Narváez hace referencia que si bien con la llegada de los españoles empezó el proceso de evangelización de los indígenas, el culto a la cruz siempre tuvo el tinte que hasta hoy conserva. “La fiesta era parte del rito, nunca fue algo ajeno. Si bien no era excesivo y muchas veces vulgar como lo es ahora, la celebración siempre fue parte de la Iglesia y de los que participaban en ella; la danza, el arte, la música, todo ello se cumplía porque se pretendía con todo ello alabar a Dios manifestado en la cruz. Se compartía con los pobladores y amigos los frutos de la cosecha, la salud, la prosperidad”, explicó.

Así mismo recalcó que “la conversión fue real y auténtica, incluso tradiciones como el pago a la tierra, se hacían, pero ya no tenían ese fin de exaltar a la naturaleza, sino que la costumbre se catequizó y se hacía la ofrenda para agradar a Dios, para agradecerle los frutos, ahora sin embargo se ha retrocedido, el culto ha vuelto a ser pagano”.

Fe y tradición

A pesar de que muchas veces puede parecer exagerado y escandaloso el jolgorio, los elementos paganos que se encuentran en estas festividades son menos de los que suponemos. La devoción a la cruz, es en sí misma una manifestación concreta de la fe que se da en todos los pueblos y que tiene un valor enorme a nivel litúrgico y a nivel cultural.

La fe no es únicamente teológica, la fe es vivencial y eso es lo que justamente se aprecia en los cientos de personas que no dudan en ofrecer lo mejor de ellos para exaltar a Cristo mediante el madero.

“Todas estas celebraciones giran en torno a la liturgia, la fe y la tradición se fusionan en la medida que se cristianizan, y ese proceso permite exaltar a Cristo y mantener las tradiciones, es una simbiosis necesaria”, acotó Narváez.

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