Ir a misa y (no) comulgar

El oír misa no es solo bueno por cumplir un precepto más de la Iglesia.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

Es común que por estas santas fechas las misas se llenen de fieles que, de pie y al fondo, se apiñen en las parroquias más concurridas en un auge de piedad espontáneo, aunque fugaz.

Y es un fenómeno perfectamente entendible: hemos pasado la Semana Santa y siempre hay algo que toca la puerta de los corazones de muchos alejados. Sin embargo, la cola de la comunión no crece tanto en relación con la concurrencia. Al respecto, se nos hace lícito preguntarnos: ¿Para qué ir a misa si no voy a comulgar? ¿Tiene algún sentido ir a un banquete y no comer?

Lo primero a atender aquí es que ir a misa es una cosa y comulgar, otra. El modo más fácil e inmediato de corroborar esto es mirando los cinco mandamientos de la Iglesia. Sí, cinco, porque además de los diez mandamientos de la ley de Dios, que son los que proceden de las tablas de Moisés, existen otros cinco mandamientos que nos ayudan, justamente, a entender mejor temas como este, porque tratan sobre la vida de la Iglesia.
Estos mandamientos, redactados de modo sencillo, son:

1) Oír misa todos los domingos y fiestas de guardar. 2) Confesarse al menos una vez al año, en peligro de muerte o si se ha de comulgar. 3) Comulgar al menos una vez al año. 4) Realizar las abstinencias y los ayunos prescritos por la Iglesia. 5) Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

Entonces, si creyéramos que ir a misa implica comulgar, tendríamos un problema lógico en estos mandamientos, que exigen muchas más misas que comuniones: o solo habría que ir a misa una vez al año o sería necesario comulgar todos los domingos y fiestas de guardar. Pero no es así. ¿Por qué? Porque si bien para asistir a misa no es requisito fundamental estar en gracia —es decir, sin pecado mortal— para comulgar, sí.

¿Qué dice la Iglesia?

Al respecto, san Pablo dice: “Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación” (1Co 11,27-29).

Entonces, queda claro que se ha de asistir a misa el domingo, ya sea que puedas comulgar o no, ya sea que estés en pecado o no. Pero, además, aunque no comulgues, oír misa no es solo bueno por cumplir un precepto más de la Iglesia, sino que puedes evitar un pecado grave. La misa es un fin en sí misma o, más exactamente, la misa tiene cuatro fines en sí misma. Si vamos al catecismo de la Iglesia católica, los podemos encontrar:

La misa tiene un fin latréutico, para adorar a Dios del modo más excelso que hay; un fin eucarístico, para dar gracias a Dios por los beneficios que nos hace, ya sean conocidos o desconocidos; un fin propiciatorio, para reparar nuestros pecados y los de todos los cristianos vivos y difuntos; y un fin impetratorio, para pedir nuevos favores espirituales o temporales.

Así que no solo descubrimos que no es absurdo ir a misa sin comulgar. Incluso, nos encontramos con que tampoco es solo un mandamiento más, sino que descubrimos que participar en la misa tiene una riqueza enorme que nos puede ayudar a recibir una gracia sobrenatural. Justamente, esta gracia es la que nos fortalece para recurrir al sacramento de la reconciliación y así poder llegar al siguiente domingo en el estado requerido para acceder a la comunión.

De este modo, la misa es tanto acción de gracias y alabanza al Padre como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo, y presencia de Cristo por el poder real de su Palabra y de su Espíritu (CEC 1358).


Importante 

En el fondo, si voy a una cena y no voy a comer, ¿a qué voy? Mientras que si voy a adorar, a agradecer y a pedir perdón y nuevos favores, el panorama que se me abre resulta más real, más realizable y, sobre todo, más católico.

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