Incineración católica

En cuanto a esparcir las cenizas de los difuntos, la Iglesia Católica no está enseñando nada que no haya dicho ya a lo largo de los siglos a sus fieles

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo
Filósofo

Estamos ya por terminar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, en el que la Iglesia se ha dedicado a recordarnos insistentemente las obras de misericordia espirituales y corporales. La última de estas, como todo católico de a pie debe tener presente, es dar cristiana sepultura a los difuntos. Entonces, ¿cuál es la sorpresa de que, antes de que termine el año, se redacte una instrucción sobre el tema? ¿A qué viene tanto revuelo por una instrucción que se limita a recordar lo que ya debíamos conocer?

Magisterio pertinente

La Iglesia siempre, como madre y maestra del pueblo católico, tiene la misión de velar por la integridad del mensaje cristiano y de procurar que los fieles que están a su cuidado obtengan en cada época las aclaraciones pertinentes que por las nuevas realidades temporales puedan precisar.

En nuestra actualidad, la tendencia de incinerar a los difuntos y realizar con las cenizas prácticas que la Iglesia siempre ha condenado, genera para esta no solo el derecho, sino la obligación de redactar un documento específico. No es que la Iglesia diga nada nuevo, sino que la proliferación de prácticas erradas en la actualidad no se puede dejar sin aclaración. Sería una falta de misericordia ver que tus hijos se equivocan y no hacer nada.

Como decíamos, estamos terminando el Año Jubilar. Con esta instrucción, la Iglesia pone en práctica multitud de obras de misericordia, particularmente propicias este año: Enseña, al católico que no lo supiera, que en el cristianismo se respeta con ánimo sacro el cadáver de un difunto porque ha sido un cuerpo que ha albergado un alma humana y, si era bautizado, al Espíritu Santo.

Aconseja que se lo entierre debidamente, aunque permite su incineración siempre que se le guarden a las cenizas los debidos respetos. Y corrige al católico que, influenciado por ideologías o modas no cristianas, pien sa en esparcir las cenizas al aire o al mar, en convertirlas en una pieza de joyería o en guardarlas en un rincón de su casa, lugar que carece del rigor sacro merecido.

Problemática

Pero, realmente, el problema no es que la Iglesia diga esto o aquello, el problema es que algunos medios están vendiendo esta instrucción como si fuera una imposición desproporcionada de una institución religiosa que pretende lucrarse con el negocio de los cementerios a costa de la buena voluntad del pueblo llano.

Sinceramente, a quien se escandalice porque la Iglesia se atreve a decir lo que debe hacerse con los restos mortales de una persona, le convendría recordar que esta es una instrucción de la Iglesia Católica para enseñar a los fieles católicos. Si no profesas esta religión, no quedas, por tanto, sometido a la misma.

Salvando las diferencias, es como si el dueño de una empresa les dice a sus empleados que al saludar deben sonreír porque el espíritu de su compañía así lo exige. Si a ti no te gusta hacerlo y no trabajas para él, ¿de qué te molestas? Saluda sin realizar ningún gesto o, si deseas, no saludes, nadie te obliga. Lo que no tiene sentido es que te resulte una molestia que la Iglesia Católica recuerde a sus fieles cuáles son las prácticas que su fe les exige.

Si no eres uno de sus fieles, tienes la libertad de realizar los ritos de exequias que prefieras, aunque siempre bajo la consciencia de que la verdad es una y no pueden ser dos, si se contradicen. A fin de cuentas, polvo eres y al polvo retornarás, pero las puertas del Hades no prevalecerán contra la Iglesia de Cristo, quien estará con ella hasta el fin del mundo.

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