Genocidio maoísta: Los gritos del silencio

En un mundo interesado en los rankings, sería bueno repasar el listado de genocidios comunistas que tiñeron con sangre la historia de la humanidad.

César Belan

Si uno navega con cuidado por la red, tropezará con particulares listas, muchas de ellas respaldadas por estudios demográficos serios, en las que se da cuenta de los mayores genocidios de la humanidad. Entre ellos, el comunismo se lleva el galardón, ya que los más grandes holocaustos humanos se han realizado sobre sus altares, sacrificando más de 150 millones de personas al dios de la igualdad y la justicia social.

En tal sentido, es imprescindible recordar el genocidio unánimemente reconocido como el mayor jamás ocurrido, si se habla de cifras proporcionales. Nos referimos al holocausto camboyano, desarrollado entre 1975 y 1979 por el líder maoísta Pol Pot: en menos de cuatro años, el Jemer Rojo —partido comunista camboyano— exterminó al 25 % de la población total de Camboya, es decir, a 3 millones de personas.

¿Campesinos?

¿Creyente, alfabeto, comerciante, profesor, prostituta? Era suficiente para ser condenado a muerte en el régimen de Pol Pot. ¿Tiene anteojos o manos sin callos? Una razón más para ser desechado del paraíso campesino que se iba forjando en las selvas de Indochina.

Era el año cero: la semana tenía diez días. Estaba prohibida la moneda y las ciudades debían ser abandonadas. Todo vestigio del pasado burgués debía ser borrado. La vigorosa mente de los campesinos debía guiar el camino al nuevo mundo.

Pero Pol Pot y la mayoría de sus secuaces no eran campesinos (singular coincidencia con Sendero Luminoso), eran más bien profesores universitarios formados en Francia. Este insignificante dato, sin embargo, no era obstáculo para decretar el nacimiento de una nueva sociedad enteramente justa, que lideraría la revolución mundial.

Industrialización

Pol Pot era maoísta, y quiso reproducir en tiempo récord lo que intentó su maestro. Si Mao fracasó en industrializar China en una década, Pol Pot buscó hacerlo en cinco años. Para esto tuvo que llevar a los camboyanos al límite, haciéndolos trabajar hasta la muerte en arrozales. Con los ingresos industrializaría Camboya.

Por su parte, en esos cinco años se re-crearía la sociedad, haciendo surgir una ‘conciencia campesina’. El propio Mao se sorprendería de esa radical apuesta. Era la reingeniería social de la izquierda en su versión máxima.

Un testimonio

Afortunadamente para nosotros, hubo testigos que escaparon a la masacre. Uno de ellos fue el reportero camboyano Dith Pran. Luego de vivir el infierno, escaparía del régimen de terror comunista para después describirlo vívidamente en su autobiografía. En ella se basa enteramente Los gritos del silencio, haciéndonos vivir esta pesadilla sin perder la esperanza que palpita en el ser humano, y que ninguna ideología podrá destruir.

Los gritos del silencio es, pues, además de un valiente testimonio sobre un acontecimiento poco conocido, un canto a la humanidad, a aquella que se alza a pesar de ella misma. Un filme imperdible que —al igual que cintas más recientes como First They Killed My Father (2017), dirigida por Angelina Jolie y disponible en Netflix— nos ayuda a comprender en toda su dimensión la vileza y la grandeza humana.

 

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