¿Se puede educar las emociones?

Los padres debemos aprender a gestionar nuestras propias emociones. ¡Ese es el punto de partida!

Jorge Pacheco Tejada
Educador

¿Qué son las emociones? Según la Real Academia Española (RAE), “son estados de ánimo producidos por impresiones de los sentidos, ideas, recuerdos que con frecuencia se traducen en gestos, actitudes u otras formas de expresión”.

Así entendido el tema, es imposible que el ser humano deje de sentir emociones, por cuanto todo lo que perciba, a través de los sentidos, provocará un estado de ánimo. Y por eso es tan importante que ‘leamos’ mediante sus gestos, actitudes o expresiones cuál es el estado de ánimo de las personas que nos rodean o con las que nos relacionamos. De esa manera podremos acercarnos para saber qué pasa en su interior.

Esto es lo que llevó a Aristóteles a desarrollar la idea de esa expresión tan antigua: “Conócete a ti mismo”, porque debemos saber con certeza qué está ocurriendo en lo más profundo de nosotros, que es donde se alojan las emociones.

Así comprenderemos, en primer lugar, que las emociones pueden agruparse en dos tipos de sentimientos: los sentimientos positivos, vinculados al sentimiento de bienestar, como es, por ejemplo, la felicidad; y los sentimientos negativos, vinculados al sentimiento de malestar, como es, por ejemplo, la tristeza.

¿Manejar las emociones?

¡Claro que se pueden manejar las emociones! Porque si cambio mi manera de pensar, cambia mi emoción. Por ejemplo: si creo que no me quieren, eso me produce tristeza, pero si me doy cuenta de que estoy equivocado en mi percepción y descubro que sí me quieren, la tristeza se transforma en alegría. Entonces, si puedo manejar mis emociones, significa que puedo educar mis emociones.

¿Cómo educarlas?

La educación atiende a dos grandes áreas en el ser humano: el aprendizaje académico y el desarrollo personal integral. Los conflictos que acarrea la vida moderna son causantes de que mucha gente viva con miedo, ansiedad, estrés, depresión, y esa situación genera sentimientos de tristeza, ira, enfado, odio, desánimo, que se manifiestan en actitudes de violencia o en actitudes escapistas, como las adicciones.

Si preguntásemos, por ejemplo, por qué la gente consume drogas, la respuesta es para cambiar su estado emocional, aun a costa de consecuencias legales, sociales y de salud.

Esa es la razón por la que es importante que la educación desarrolle competencias emocionales, que no es otra cosa que los conocimientos, las habilidades, las actitudes y las prácticas que le permitan a la persona mejorar sus estados de ánimo.

Las competencias emocionales permiten al niño, al joven y al adulto tener conciencia de sus emociones y regularlas, lograr autonomía emocional, mejorar sus competencias sociales y, en síntesis, desarrollar las habilidades que le produzcan bienestar. Debemos, pues, aprender a gestionar nuestras emociones. El objetivo final de la educación emocional es la felicidad.

 

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