No para renunciar al debate sino buscando dimensionar la gran cantidad de posibilidades de comunicar que los medios ofrecen.
Renato Sumaria Del Campo
Periodista
He dialogado con activistas profamilia sobre las dificultades que tienen para acceder a medios de comunicación masiva y entregar a través de ellos mensajes relevantes para la ciudadanía. Algunos –casi todos– me hicieron saber su indignación por la forma en que el periodismo aborda los temas relacionados a la familia y por la existencia de una agenda preestablecida que rechaza posturas contrarias a cierto consenso ideológico reinante en buena parte de la prensa desde la que se busca influenciar a las personas.
Eso de la influencia
La influencia de los medios en la forma de pensar de las personas no es algo recientemente advertido. En 1992, la instrucción pastoral Aetatis Novae, del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, decía lo siguiente: “Los medios de comunicación tienen la capacidad de pesar no solo sobre los modos de pensar, sino también sobre los contenidos del pensamiento. Para muchas personas la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como tal”.
Veinte años antes, en 1972, la ciencia de la comunicación constataba el nivel de influencia del periodismo sobre el público a través de la teoría de la fijación de agenda o Agenda Setting, que sostenía que las personas tienden a ordenar para sí los temas que conocen a través de la prensa, en función de la importancia que esta le da a las informaciones que difunde y en donde entran a tallar las prioridades editoriales del medio, expresadas en el orden de aparición de las noticias y el espacio, tamaño o tiempo que le dedican a estas.
La irrupción de las redes sociales parece haber empeorado el panorama al punto que hoy no solo hablamos de influencia ideológica sino de manipulaciones, ataques y difamaciones con tal de posicionar una idea o lograr seguidores.
Nueva agenda
Así, a punta de establecer agendas mediáticas e ideológicas, no es extraño que hoy muchos identifiquen que el enfoque de género es apenas una aspiración de igualdad de oportunidades salariales, sociales o políticas, cuando lo que busca es imponer una reinterpretación de la persona a partir de la negación del dato biológico de su sexualidad y la destrucción del concepto del matrimonio y la familia.
Siendo este el escenario, ¿es posible una agenda periodística de temas desde un enfoque de familia? Creo que sí, replanteando algunas cosas.
En tal sentido, sería necesario reflexionar si es que desde las huestes Profamilia, no se le ha dado mucho peso a la disputa en desmedro de un trabajo organizado de divulgación de iniciativas sociales, económicas y políticas, además de testimonios de vida, que expresen aquellos valores que se promueven y que aborden eficazmente problemáticas muy presentes en la vida cotidiana de las personas.
Se trata, por ejemplo, de aportar sentido común, casos, cifras e investigación seria al tratamiento informativo de situaciones tan humanas y decisivas como la crianza de los hijos, la relación con la escuela, la problemática de pareja, los dilemas adolescentes, entre otras. También de participar de modo más propositivo —cuando no caritativo— en el debate mediático sobre temas tan dolorosos como el asesinato de mujeres, los abusos de toda índole, las violaciones, el abandono, etc.
Todo esto no con el afán de renunciar al debate cultural con aquellos que tienen agenda contraria, sino buscando dimensionar la gran cantidad de posibilidades de comunicar que los medios ofrecen y que, sin dejar de lado la defensa de valores irrenunciables, podrían significar un mejor escenario periodístico para la familia en los siguientes años.