Épica y lirismo: Doctor Zhivago

El aparato comunista de represión se mostraría impotente ante un solo hombre, íntegro a pesar de la tortura y la amenaza.

César Belan

Doctor Zhivago (1965) es una película de David Lean, basada en la novela homónima del consagrado poeta Boris Pasternak que fue censurada en la Unión Soviética y aclamada en occidente, en donde alcanzó el Nobel de Literatura. Ella da cuenta de la vida de Yuri Zhivago, médico y poeta, quien se aferra a la búsqueda de la belleza en la caótica Rusia de la Revolución bolchevique.

La película constituye una obra maestra de la cinematografía. Se puede resaltar entre muchos de sus aciertos su soundtrack, a estas alturas, clásico; un vestuario y una escenografía cuidados al detalle; y las actuaciones inolvidables de Omar Shariff (como Zhivago) y Julie Christie, entre muchos otros secundarios de lujo.

Pero por sobre todo la cinta se destaca por su maravillosa cinematografía, tanto por sus hermosos colores y tomas como por el uso de transparencias al estilo de Max Ophülus. La película conjuga magistralmente los timbres épicos de la gran zaga del pueblo ruso en 1917 con el lirismo evocado en cada escena, cada encuadre, cada combinación de tonos, que describe la sensibilidad del protagonista.

Épica y lírica

Esta especial oposición entre épica y lírica da cuerpo y sentido al argumento y la trama. Doctor Zhivago es el sublime canto al triunfo de la individualidad y del sentimiento encarnado en el poeta intimista que lucha contra la historia que amenaza con fracturarlo mediante un sinfín de infortunios.

Se evidencia así la supremacía de la lírica sobre la épica, del individuo sobre la masa, del espíritu sobre la materia. Una frase de la propia película, en boca de un comisario político bolchevique, refiere esta confrontación: “La vida privada ha muerto en Rusia”.

Ante ella, Zhivago no solo callará, sino que hará de sí mismo la prueba viviente del equívoco de esa consigna. Como un mártir, vivirá a plenitud su singularidad, haciendo imposibles las perversas pretensiones del régimen.

Nuestro personaje, como víctima expiatoria, se enfrentaría al engranaje totalitario, la prostitución y la alienación definitiva, y la colonización del alma por la supuesta “conciencia de clase”. La poesía había vencido, finalmente, al eslogan estúpido y masificado.

Comunismo muerto

A estas alturas, en casi todos los rincones del mundo, el comunismo ya ha caído. Sin embargo, ya estaba muerto en el alma de los hombres verdaderamente libres. La muerte de Yuri Zhivago, en la secuencia final de la película, es elocuente en este sentido. La felicidad embarga al poeta a pesar de la adversidad, ya que es capaz de vivir con plenitud la humanidad y no habita en su obsceno remedo: la ideología.

Zhivago será un personaje que figurará antes que otros grandes artistas e intelectuales que fueron los verdaderos verdugos del comunismo: Solzhenitsyn, Sofia Petrovna, Joseph Brodsky, Sajarov, Yuri Daniel, Siniavski y el propio Pasternak.

Recordemos que fue un puñado de escritores que, a pesar de la persecución y el asesinato, consumarían la caída de ese monstruo hueco. Aquellos no se atemorizaron al pasear por las regiones infernales, pues tenían la luz de la humanidad que resplandece en el interior de los hombres de buena voluntad.

 

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