¿En qué momento se regenerará el Perú?

La comunión de la caridad bien podría orientarnos a resolver esta pregunta.

Javier Gutiérrez Fernández-Cuervo

Si alguna vez te ha asaltado la afamada interrogante (aquí sin groserías) “¿en qué momento se arruinó el Perú?”, seguro que este artículo será de tu interés. Principalmente porque le damos vuelta a la pregunta, quedando así: ¿En qué momento se regenerará el Perú? Y, posteriormente, porque la propuesta aquí no tratará de educación, salud, seguridad, política o economía. La propuesta de esta nota es más sencilla: la comunión de la caridad.

Uno de los artículos del Credo de la Iglesia católica menos conocidos es el de la comunión de los santos. La mayoría lo recita porque así nos lo enseñaron en la primaria: de paporreta, después de “la santa Iglesia católica” y antes de “el perdón de los pecados”. Pero esta doctrina, expuesta entre los numerales 946 y 962 del catecismo de la Iglesia católica, contiene una verdad hermosísima que, conocida y aplicada, puede, literalmente, transformar el Perú.

La comunión de los santos, brevísimamente resumida, consiste en que “como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros”. Así lo expone el Aquinate y lo recoge el catecismo. Es la comunión de las cosas santas entre las personas santas, esto es, entre los que están en el cielo, los que están pasando por el purgatorio y los bautizados de este mundo que están en gracia. Pero esta comunión de bienes es de muy diversos tipos.

Entre los santos, tenemos una comunión en la fe, recibida por los apóstoles; una comunión de los sacramentos por los que recibimos la gracia y que podemos ofrecer por los demás; una comunión de los carismas, cada uno diverso pero todos procedentes de un mismo Espíritu; una comunión de bienes materiales para administrarlos en favor del necesitado y el prójimo; y una comunión de la caridad, que es en la que nos vamos a centrar aquí.

Para el catecismo, esta comunión consiste en que “el menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos”. Esto es, que cada acto mínimo de amor tiene una repercusión universal. Así se explica que una monja de clausura sea patrona de las misiones o que un fiel enfermo pueda ofrecer su sufrimiento por la santificación de un tercero.

La Iglesia siempre ha propuesto la regeneración social por medio de la santidad personal, no como un cliché, no como el “somos amables, seámoslo siempre” de Wong ni como el refrán popular de “el cambio empieza por casa”; sino como la constatación de un hecho real que profesa en su Credo. No es sentimentalismo, la comunión de los santos no radica en ser amables, socialmente conscientes ni otras bellezas, sino en el acceso al estado de gracia y en el ofrecimiento personal.

Así, el Perú no se regenerará cuando mesiánicamente aparezca un candidato ideal o cuando a todos los ciudadanos de a pie nos sobrevenga de manera infusa el ser buena gente. La regeneración del Perú llegará cuando desterremos el pecado; cuando corramos a refugiarnos en los sacramentos para acceder a la gracia, permanecer y crecer en ella; y cuando ofrezcamos nuestro día a día, nuestras labores mínimas y nuestros sufrimientos por la santificación y la regeneración de este hermoso país.


Importante

El estado de gracia es la inhabitación de la Santísima Trinidad en el hombre, y se da por el Bautismo. Con el pecado mortal se pierde, pero se recupera por el sacramento de la Penitencia.

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