Elogio de la tradición: Fiesta transnacional

La cinta fructifica en pertinencia lo que siembra en austeridad.

César Belan

Tradición es uno de aquellos luminosos términos que, por el denso significado que encierra, muchas veces resulta incomprensible. Devendrá luego en una noción que es fundamental y a la vez imposible, tal como si uno quedara ciego tratando de ver directamente al sol de cada día. Hablar de ella merecerá echar mano del juego de espejos —unos opacos y otros más diáfanos— pero que en suma reflejarán en su pequeño ser los destellos de algo superior.

El trabajo etnográfico constituirá entonces una de las mejores maneras para apropiarse de la tradición en un sentido más universal, a partir de las costumbres locales y particulares de un grupo humano definido —algo a lo que los romanos llamaban mores, y que alude a las tradiciones (con minúscula)—.

“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, señalaba Tolstoi y lo hacía bien. Es menester, por ello, adentrarnos en el conjunto de manifestaciones culturales que amalgaman e identifican a cada uno de nuestros pueblos para allegarnos más a la tan deseada identidad regional o nacional.

La modernidad, que como apisonadora desde el siglo XVII viene propiciando la estandarización del hombre —y su correspondiente degeneración— en virtud a sistemas de pensamiento hegemónicos e impermeables y a una cultura reproductora de ‘hombres-masa’, ha erosionado las particularidades locales sustentadas en principios globales (como en la época de la Cristiandad medieval); así también por una masificación de las peculiares manifestaciones de una región en base a la negación de cualquier noción universalista (verbigracia, la cultura de masas y la lógica de consumo).

La fiesta

Es en este contexto que podemos aprovechar Fiesta transnacional: 20 años después, filme que ha recogido más de 500 minutos de material de estudio antropológico, realizado por el Centro de Antropología Visual del Perú.

En él asistimos a la organización y realización de la Fiesta de la Virgen del Carmen en Cabanaconde, preparada por la comunidad de emigrantes residentes en Maryland, Estados Unidos.

La familia Quispe Abril regresa, veinte años después, a ser devotos en la fiesta, retornando a los orígenes. Utilizando la técnica de la observación participante, el interlocutor se reduce a la mínima expresión para dar la voz a los propios asistentes de la fiesta, quienes nos hacen partícipes de sus anhelos, temores y alegrías.

Fiesta transnacional: 20 años después es la secuela de Fiesta transnacional grabada en 1991, en plena época de caos terrorista y económico, en la que Teodocio y Julia —patriarcas de los Quispe Abril— regresarían a Cabanaconde para participar en la mencionada fiesta.

Análisis

La cinta constituye un riquísimo documento que puede ser abordado desde diversas perspectivas y puede responder, a la vez que postular, muchas preguntas.  En ella se observan todos los contrastes y la complejidad de la realidad: las discusiones y enfrentamientos entre los recién venidos y los residentes; entre las generaciones que componen a las familias Quispe y Abril, e incluso el discurso de los protagonistas a lo largo del tiempo (1991–2011).

El ejercicio de poder mediante la representación simbólica (capas de colores, varas, candelas, procesiones, toros) se prestará también para el análisis histórico, las pervivencias de estas costumbres, y sus correspondencias con las procesiones barrocas del siglo XVI y con la organización del espacio americano en dos repúblicas.

Finalmente, la importancia de la cinta también reside en el diálogo que inicia con los espectadores, cuestionando tácitamente sus identidades y sus raíces. Es por esto que, tal como manifestaron los productores, la cinta, que fue expuesta en numerosos espacios públicos, ha tenido una especial repercusión en el ambiente arequipeño —en donde la redefinición de la identidad es un tema capital y vigente—.

Sin retórica

Vale la pena destacar, además, la pertinencia del manejo cinematográfico que, sin ser una simple grabación de acontecimientos, reduce su contenido estético a lo mínimo indispensable para no deformar la verdad científica mediante cualquier artilugio retórico. Esto en contraste con excelentes cintas que, como Sigo siendo (2013), han definido más su discurso restándole amplitud mediante un soberbio manejo de la fotografía y el escenario.

Una importante producción y un excelente testimonio. Está disponible en Red. Fiesta transnacional: 20 años después vale la pena ser vista y comentada. Esperamos que los gestores culturales nos concedan una vez más un espacio de difusión del filme; en especial en lugares descentralizados en los alrededores de la ciudad. Su debate quizá merecerá otra película.

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