El último (o el primer) caballero peruano

Homenaje al poeta José Pancorvo

Pancorvo fue paracaidista profesional, pintor, coleccionista de arte, narrador, historiador, quechuista, aymarista, cultor de la esgrima tradicional japonesa.

Su poesía es un testimonio privilegiado de amor al Perú, pues en sus versos vibra el imbatible deseo de elevar al país a la grandeza que le corresponde.

César Belan

En tiempos en que las palabras y lo que ellas representan se tornan caducas y estériles por el desgaste provocado por su abuso; tiempos en que el más vil de los hombres se regodea en el sin sentido de su propia alma anodina; tiempos en que la ‘sabiduría’ radica en derribar parricidamente aquellos alcázares que la tradición y la naturaleza han legado a los hombres para que puedan avizorar la eternidad, el restituir el peso a cada vocablo mediante el humilde oficio de artesano del lenguaje se convierte en una tarea ineludible, fundamental, heroica. Porque tal como don José Pancorvo repetía: “No hay nada más hermoso que una carga de caballería”, yo sentenciaría, aludiendo a la poesía: No hay nada más hermoso que una carga inútil y suicida de caballería.

Sin embargo, la tarea de restituir —parchar, almidonar, zurcir— cada palabra, para así balbucear la Palabra Eterna, no es simple proeza técnica. El poeta, el verdadero por lo menos, hace de sí mismo un yunque espiritual con el que, de manera más o menos consciente, aquilata las grandezas de este mundo y depura las imperfecciones de la vida con golpes sordos y magníficos. Combazos de ternura con los que acrisola la humanidad. Ser un poeta, y eso lo aprendí de don José, es fundamentalmente ejercitarse en la más importante de las tareas: convertirse en un hombre en todo el sentido del término.

Breve biografía

José Pancorvo Beingolea nació en Lima, el año de 1952. Descendiente de Nicolás de Ribera el Viejo, uno de los Trece de la Fama (1527) y primer alcalde de Lima. Estudió en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima y en la Universidad Católica Santa María de Arequipa. Hasta el último de sus días, fue miembro de la asociación religiosa Tradición, Familia y Propiedad (TFP), que también llegó a presidir. En 1991, fue finalista del premio mundial de poesía mística Fernando Rielo y, en el 2001, representó al Perú en la antología mundial Poetry from Around the World, de Kamalesh Sharma. Entre sus obras publicadas se hallan también Tratados omnipresentes (2000), El culto a la Santísima Virgen (2002), Pachak Paqari (2003), Estados Unidos celestes (2006), El profeta del cielo (2009) y Los éxtasis del incarrey (antología poética, 1989-2009). Con motivo de cumplirse los 175 años del carlismo, escribió Boinas Rojas a Jerusalén (2008), dedicado a su alteza real don Sixto Enrique de Borbón y a la Comunión Tradicionalista. Fue miembro del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II. Falleció en Lima en el 2016. Su último libro fue la novela Demonios del Pacífico Sur (2013), publicada por la editorial Mesa Redonda.

Multifacético

Demonios del Pacífico sur, la última novela de Pancorvo antes de su fallecimiento en el 2016.

José Pancorvo cultivó muchas y fascinantes facetas. Él encarnaría lo que hoy en día muy ligeramente llaman desarrollo integral. Fue paracaidista profesional, pintor, coleccionista de arte, narrador, historiador, quechuista, aymarista, cultor de la esgrima tradicional japonesa. Fue, sobre todo, un contemplativo, un cultor de lo universal —lo bueno, lo bello, lo verdadero— de manera radical. Por ello es que en su trato uno podría descubrir la profundidad del místico, la abnegación del caballero, la dulzura del devoto. Don José, lo creo firmemente, fue uno de los más importantes modelos de lo que considero un caballero cristiano.

Su natural carácter gentil y generoso, verdaderamente inclusivo en una época en que esa palabra se torna odiosa, palpita también en su literatura: la más barroca de los últimos tiempos en estas indianas tierras. Ella discurre por los más diversos registros, no desdeñando nada y rescatándolo todo en el crisol de la eternidad. Su poesía recoge el rumor cotidiano de la civilización tecnológica; los ayes andinos hilvanados en quechua y en aymara; los suaves sonidos del latín eclesiástico; los varoniles timbres de los himnos dedicados al Ejército Peruano; las báquicas canciones de aquellos que buscan el evo en los bares del Jirón de la Unión y solo escuchan los mentirosos gemidos de las sirenas de la modernidad; las hieráticas profecías que aseguran el retorno del Inca Rey catoliquísimo y sacral. En suma, sus versos repiten una y otra vez la frase de Terencio: “Hombre soy, nada de lo que es humano me es extraño”, a la vez que sentencian: “La Belleza final y definitiva los (nos) redimirá”.

 

eco al gran mariscal santo y vicearcangel

cuaderno con cenizas…

molusc madrugat… tole luna a eternitat!

odiseas cerca! Huelen clon los he aquies

buitres azulando mansión de Emancipación

siglos en instante aguardiente a pasto

neurochip thermoplantic nanometacrawler

or instead

 Poema Hatun chaqwa azul post robótica

 

Peruanista

Además de un caballero cristiano, don José era particularmente un caballero peruano. Una verdadera preocupación por estas tierras atravesaba su verbo, su arte y su vida. Su poesía es un testimonio privilegiado de aquello, pues en sus versos vibra el imbatible deseo de elevar al Perú a la grandeza que le corresponde por su tradición y su mérito. En ellos, el autor, con mirada atemporal, canta al Perú grandioso y resplandeciente (unión fecunda entre lo hispánico y lo andino, acrisolada por la catolicidad) que se esconde detrás de pátina de decadencia y suciedad que afea las calles, los templos, los rostros y los corazones de los hijos de esta tierra. Ocaso que no amargó su espíritu, pero que con serenidad lo obligó a acusar líricamente a aquellos personajes que, tal como Edipo, con su pecado y su vicio atraen la ira de los dioses acarreando la peste, la desgracia y el deshonor.

«Tener el sueño Inca Rey Niño

flotando sobre toda

materia del mundo.

A ser la turquesa océanos

frutales, a ser el bosque edades

puntuales, ser el puma […]

pan de sabores

triunfales. Ser el andén

del alma

por iris verticales».

 Poema Los éxtasis del incarrey

 

Pero José Pancorvo, en sus textos, no se abandonó a la denuncia profética ni al desahogo elegiaco que busca evocar un pasado ya extinto. En sus versos todo es futuro. Así pues, cualquier remembranza o reflexión que él hiciere tiende los brazos al mañana luminoso que nos augura nuestra fe. En su obra de la idea de tradición, es decir, aquella realidad vigente que brotando del pasado vivifica el futuro, cobra verdadera dimensión. Su poesía no hace arqueología ni en ella resuena la sensiblera nostalgia. Ella, siempre actual, se refiere a lo presente en todo su esplendor, desde el amanecer hasta el ocaso.

 

Las civilizaciones te persiguen, fuego

perpetuo, las civilizaciones se suceden […]

Solo una, fuego sacro, fue en tu mano:

la civilización del fuego.

 Poema Las civilizaciones te persiguen

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