El cementerio de Praga

Eco sorprende con esta especie de novela negra.

Manuel Rodríguez Canales

Como Paul Auster y otros grandes, Umberto Eco es un gran mentiroso y justamente por fingir realidad en sus escritos nos revela grandes verdades sobre la condición humana.
La opción que usa en El cementerio de Praga es la del diario.

En él, se relatan las peripecias de una especie de esquizofrénico y estafador compulsivo en el siglo XIX, y alrededor de él gira una serie de acontecimientos históricos y una creíble reconstrucción del ambiente europeo del más tonto de los siglos, como diría León Bloy. Y añadiría que también es el más supersticioso porque recogió las consecuencias de la revolución antirreligiosa del siglo anterior.

El ritmo que se sigue en esta novela es bueno y la lectura atrapa pero no divierte, algunos pasajes dan risa pero no alegran. Más bien, la novela angustia y desespera en el sentido más hondo. Es la mirada cínica de un hombre egoísta hasta la crueldad más brutal, esa que ya no se mueve por pasiones superficiales como la ira, la lujuria o el afán de venganza, sino por un odio frío hacia toda la humanidad.

El personaje

El Simonini de Eco es un hombre malvado, casi en sentido metafísico, el cínico en el que no quedan dudas ni trazas de algún escombro de conciencia moral. Casi diría que es como un retrato completo del hombre absolutamente práctico y, en ese sentido, diabólico. Ni siquiera se sirve a sí mismo, sino que sobrevive usando a los demás o desechándolos de acuerdo con los cálculos de las posibilidades que la vida le da.

El ambiente

El recurso constante de los ambientes sórdidos, pestilentes y subterráneos no es casual. La gran cloaca parisina de Hugo o Dumas, a los que Eco rinde homenaje, no tiene ya protagonistas heroicos, sino este capitán ítalo-francés experto en falsificar todo y que solo parece mantenerse vivo para la gula.

A lo largo de la novela, aparecen recetas y descripciones de platos detalladas hasta la salivación. Tiene de universal la crueldad y tiene de decimonónico el vicio de la conspiración.

¿Coincidencias?

No dudo de la maestría de Eco cuando escribe, en cambio sí me da una especie de asco profundo que alguien pueda concebir un personaje así. No me parece casual que el capitán Simonini tenga la misma edad que el célebre autor de El nombre de la rosa. Ciertamente, es una novela que no la hubiera podido escribir alguien menor.

Aunque, queda siempre la esperanza de que genera la manida hipótesis del exorcismo de los demonios, tan repetida para justificar literaturas destructivas. Y a ella me adhiero.
No sé nada de Eco como persona, solo espero que él no haya sido así y que este Simonini solo haya resultado de una pesadilla suya.

¿Recomiendo su lectura? Sí, pero siempre y cuando se tenga un paisaje soleado para pasear de vez en cuando y seres queridos en los cuales pensar.

 

Salir de la versión móvil