Dogma y pastoral

“Es impensable una pastoral de la Iglesia que no haga tesoro de la Revelación y la Tradición”, dijo el Papa Francisco.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo
Filósofo

Hoy en día es muy común escuchar eso del primado de la pastoral sobre el dogma en atención a las personas concretas. Pero, exactamente, ¿qué significa esto? Y, sobre todo, ¿se corresponde este pensamiento con la lógica católica?

San Juan Pablo II, en su encíclica Fides et ratio, afirmó que “no hay que olvidar que la Revelación está llena de misterio”, y que “solo la fe permite penetrar en el misterio, favoreciendo su comprensión coherente”.

También los Papas Benedicto XVI y Francisco firmaron en la Lumen fidei que “en el Bautismo el hombre recibe también una doctrina que profesar y una forma concreta de vivir”, es decir que la doctrina y moral cristianas no parten del hombre ni le pertenecen, sino que este las recibe y lo que le corresponde es acogerlas y hacerlas carne propia.

Sin embargo, parece que frente a esto se presenta la duda: si la rigidez del dogma puede hacer que los más alejados de la Iglesia se sientan rechazados por esta, ¿podríamos ser un tanto flexibles con el dogma para atraer a los más alejados y de ahí ir haciéndoles cada vez profundizar más en el mensaje evangélico?

Cuestionarse esto es similar a que un profesor de Matemáticas se pregunte: “Si uno de mis alumnos me viene con que dos más dos son cinco, ¿puedo decirle que está bien para luego paulatinamente ir enseñándole que dos más dos son cuatro?”

Correcciones

Un profesor que no corrige a un alumno cuando este dice que dos más dos son cinco, por muy buena intención que tenga, no está realizando un buen profesorado. Un pastor que no corrige a un fiel católico cuando este actúa en contra de la doctrina, por muy buena intención que tenga, no está realizando una buena pastoral.

Además, considerar que la Iglesia rechaza a los pecadores al llamarles a la verdad es como pensar que una madre podría amar más a un hijo suyo al dejarle llevar su vida como quiera, sin correcciones.

Pero, entonces, ¿qué papel juega la pastoral?, ¿todo es doctrina inmutable? El Beato Pablo VI lo explicaba así: “Corresponde al Papa y a los concilios conducir un juicio para discernir en las tradiciones de la Iglesia a lo que no es posible renunciar, sin infidelidad al Señor y al Espíritu Santo —el depósito de la fe— y lo que, por el contrario, puede y debe ser puesto al día, para facilitar la misión de la Iglesia a través de la variedad de los tiempos y de los lugares, para traducir el mensaje divino al lenguaje humano de hoy y comunicarlo mejor, sin compromiso de principios, indudablemente. Así la Tradición es inseparable del Magisterio [y] de las Sagradas Escrituras”.

Por tanto, lo mutable es aquello que depende de “la variedad de los tiempos y de los lugares”, pero esto no es el dogma, pues las verdades no tienen fechas de caducidad ni fronteras. Lo que es variable es, justamente, la pastoral, que es el medio que se usa “para facilitar la misión de la Iglesia”, no para modificarla.

Dependencia

La pastoral no solo no puede primar sobre el dogma, sino que depende intrínsecamente de él. No es sino por el dogma que existe la pastoral, pues esta surge del anhelo de llevar al prójimo a la salvación, la cual es un dogma.

Partiendo de San Pablo y su “celo por anunciar el Evangelio”, podríamos decir que el celo es la pastoral y el Evangelio es el dogma. Sin Evangelio no puede haber celo, y sin dogmática no podría haber pastoral como no puede haber comunicación sin un mensaje.

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