Diálogos de madurez: De Roma con amor

Cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma.

César Belan 

De Roma con amor es una simpática película que nos alegrará cualquier tarde de sábado. Hilarantes situaciones, jocosos personajes —muy del estilo de Woody Allen— y la Ciudad Eterna de fondo nos arrancarán buenos momentos y una que otra carcajada. A pesar de que no estamos —ni de lejos— frente a una de las mejores cintas del afamado director, siempre cualquiera de sus filmes es más que aceptable y digno de un momento agradable en casa, más aún teniendo en cuenta la miseria de la cartelera local.

Allen: madurez y cansancio

¿Qué tipo de director es Allen en De Roma con amor? Tal vez uno que ya alcanzó la madurez y que desde Midnight in Paris (2011) nos sorprende con el esquema de historias cruzadas y algunos de los recursos narrativos desplegados para hilvanar retazos de las venturas y desventuras de sus personajes, que en este caso son un director de orquesta en plena crisis de jubilación, un nostálgico arquitecto retirado, un recién casado buscando triunfar en la capital y un típico empleado romano de clase media.

De Roma con amor, entonces, será una cinta atravesada por la ilusión y el humor, aunque sin el acierto de filmes precedentes. A Woody, quien actúa en esta película, se le nota cansado y renuente a hacer grandes apuestas en sus últimas producciones; filmes que tienen como personaje principal a la ciudad donde se desarrollan y que son los característicos de esta etapa de madurez del director norteamericano.

La sobriedad en la realización, la caracterización, el humor y, sobre todo, la simplicidad en el guion marcan la diferencia con obras magistrales como Annie Hall (1977) o Manhattan (1979).

Homenajes

Algunas otras curiosidades dignas de rescatar en Allen son sus homenajes a una época y sus personajes (Elliot, Dos Passos, Hemingway). De Roma con amor no es la excepción. En la cinta se entrevé un homenaje a directores italianos y sus obras maestras, tan significativas para el neoyorquino.

Así, pues, podemos distinguir la famosa secuencia circular de la Roma: Ciudad abierta (1945), de Rossellini, al inicio de la película; ciertos coqueteos con El jeque blanco (1952), de Fellini, en la línea argumental de una de las historias; y mucho que ver con películas de corte romántico de Scola, como Un día muy especial (1977) o Nos habíamos amado tanto (1974).

Asimismo, es de destacar un corte un tanto misógino en cuanto al tratamiento de los personajes femeninos, quienes —sin caer en la caricatura— son implacablemente fatales.

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