Cuaresma, cisma y oración

El tiempo de Cuaresma propone el itinerario de la oración, el ayuno y la limosna como camino hacia la Pascua.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo
Filósofo

Iniciamos esta nueva Cuaresma con un panorama en la Iglesia bastante particular. Algunos medios afirman que la ‘crisis muda’ de este momento no ha tenido igual en la historia de la Iglesia. Otros, en cambio, no hacen referencia al asunto.

Y mientras, de entre los primeros hay quienes hacen mención incluso a un ‘cisma de facto’. El hecho es que en este momento de oración, ayuno y limosna se nos abre un nuevo panorama para vivir estos 40 días más allá de nuestras reducidas perspectivas personales: el del ofrecimiento de nuestros padecimientos por el bien de la Iglesia.

Oraciones leoninas

En el siglo XIX, el Papa León XIII tuvo una visión mística en la que vio el enorme ataque que el Demonio tenía preparado para la Iglesia, y ordenó que tras cada Misa los fieles católicos de todo el mundo rezaran las que ahora se llaman las ‘oraciones leoninas’. La primera de estas, específicamente, es una oración por el bien y la preservación de la Iglesia.

El texto de la oración dice así: “Oh, Dios, nuestro refugio y fortaleza, mira propicio al pueblo que a Ti clama; y por la intercesión de la gloriosa Virgen María Madre de Dios, de San José, su castísimo Esposo, y de los Bienaventurados Pedro y Pablo, y de todos los Santos, oye misericordioso y benigno las súplicas que te dirigimos por la conversión de los pecadores, y por la libertad y exaltación de la santa Madre la Iglesia. Por Cristo, nuestro Señor. Amén”.

Quizás esta oración la podríamos recuperar o desenterrar pues, como las demás, no ha sido nunca abolida y, por tanto, el mandato del Papa León XIII se mantiene vigente. Por eso, tal vez, esta Cuaresma pueda ser una muy buena ocasión para que al menos la primera de las tres prácticas cuaresmales vaya dirigida a una cuestión más acuciante que la propia salud, el trabajo del esposo o la admisión a la universidad del hijo querido. Rezar por la Santa Iglesia es un deber de todo católico. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?

Urgencias

Y si a la oración sumamos un ofrecimiento más específico como el ayuno o un desprendimiento sufrido, el bien que en esta Cuaresma podamos hacer a nuestra amada Iglesia será enorme, pues la situación así lo reclama.

Conferencias episcopales, obispos y cardenales afirmando una cosa; y documentos magisteriales, y otros obispos y cardenales afirmando la contraria. ¿Se puede perdonar un pecado con evidente carencia de propósito de enmienda? ¿El matrimonio no es indisoluble? ¿Se puede dar a comer el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, Dios verdadero, a quien objetiva y públicamente vive en separación absoluta de él?

El famoso tema de las dubia es mucho más amplio y cercano de lo que pareciera a primera vista. Y mientras no haya una declaración magisterial oficial venida del Vaticano, la bola de nieve va haciéndose cada vez más grande, más dura y más difícil de contener.

Por eso esta Cuaresma viene a invitarnos a que abramos nuestro panorama, a que no nos desentendamos de los problemas reales que la Iglesia sufre hoy y que, dedicados nuestras oraciones, ayunos y limosnas al bien de la Iglesia, lleguemos a una Pascua de Resurrección real y deshechos de nuestros egos por el bien del Cuerpo Místico de Cristo, el cual somos nosotros mismos.

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