¿Cómo vivir con esperanza cuando estamos en la oscuridad?

Juan Barros es testigo de que la esperanza existe y es lo suficientemente fuerte como para rescatar un corazón perdido en la oscuridad.

Pablo Emanuel García
Filósofo

Juan Barros conoce el significado de la palabra tragedia tanto como el de esperanza. Nadie como este profesor y licenciado en Psicología para explicar de qué se trata eso de “salir de un hoyo y encontrarle sentido a la vida”.

El psicoterapeuta y artista plástico dedicado al arte, la educación y la empresa ha diseñado charlas y talleres como, por ejemplo, uno de arte-terapia que se encuentra en permanente difusión. Actualmente Barros está preparando una muestra en madera y otra en tiza pastel; y está terminando dos libros: uno de poesía y otro testimonial.

Juan, en tu vida has pasado momentos difíciles, ¿cuáles fueron los que más te golpearon y que habrían podido ser motivo de desesperanza?
La decepción del otro. A mis seis años me diagnosticaron una miopía; a los pocos meses, la muerte de mis abuelos maternos alteró tan gravemente mi modo de ser que padecí un trastorno neurológico severo, al punto de que la directora del colegio y la psicopedagoga le indicaron a mi madre que difícilmente yo podría terminar de cursar el segundo grado en el que estaba.

En la adolescencia me volví muy tímido y fui víctima de un muy duro bullying. A los 22 años empecé a padecer trastornos en la retina y, pese a las cirugías, nada era suficiente para evitar quedarme totalmente ciego. A la vez, mis padres y yo sufrimos una estafa que nos dejó en la calle (en el sentido más literal). A poco de rehacernos, una inundación hizo que perdiéramos todo lo que teníamos. No obstante, lo peor no es lo que dejas de tener, sino lo que peligra dejar de ser… la esperanza herida por la decepción del otro.

A pesar de todo esto, ¿por qué decidiste seguir?
Entonces no sabía vivir mi fe. No sabía creer. No aprendía a creer en mí. Llevamos la matriz del modo de ser de Dios en nosotros. Necesitaba creer para Ver. ‘Seguir’ es antes que seguirse a uno mismo, seguir a Cristo, a Quien da la Vida. Seguir confiando en la Vida recibida —más allá de fracasar la vida deseada—. ‘Seguir’… es seguir buscando un modo de ser confiable para uno mismo y desmalezar el corazón de los modos de ser del otro que se mezclan en el propio. ‘Seguir’ es también tenerse en cuenta (lo único que auténticamente podemos tener). ‘Seguir’ fue posible al dar gracias por estar vivo. Fue mi nuevo paradigma. ¡Y aprender a contar con uno mismo! Así aprendí a Ver.

Arte y psicología

¿Cómo surge tu interés por la psicología y tu pasión por el arte?
La psicología es la ‘horma’ que busco para ampliar, en vocación, el modo de ser que surge del nuevo paradigma en mí: creer en el camino, lo abre; ver no es el límite de la realidad. Es un modo de ser con el otro que se transfigura en servicio, en misión, en fértil esperanza. Y el arte es la sorpresa, la bienvenida a otra amplitud del modo de ser. A través de la psicología y el arte emerge lo mejor de mí para el otro, inspirado por el Verbo —esa interacción que es el clamor de la identidad—.

Hace un par de décadas la tecnología informática no tenía la presencia que posee actualmente, ¿cómo hiciste para llevar esto adelante?
Después de que terminé mis estudios de psicología, la tecnología al alcance de las personas con límites visuales comenzó a ser muy favorable. Yo aprendí braille y a leer escuchando libros grabados en casetes. Siempre me costó mucho estudiar. Y después de haber perdido la vista casi totalmente, la voluntad es una obra en construcción. Aprendí a tener una gran voluntad para emprender los estudios que darían expresión a mi modo de ser y a la vocación —ese modo de ser para el otro—. Hoy es maravilloso, es más lo que está al alcance para leer que el tiempo que uno tiene para hacerlo.

Salir de la oscuridad

El título de la entrevista juega con la analogía entre el que está en la oscuridad por una dificultad física y el que no puede ver porque un problema lo supera, ¿cómo piensas que tu situación puede ayudar a comprender el modo en el que se sienten otras personas que están pasando por un momento difícil?
Lo único que tengo es ganas… ¡ganas de vivir! Las recibí aprendiendo a ser ‘con’ el otro. Sana lo que uno es con quien uno es. En aquel tiempo de ‘perderlo todo’, así perdidos fuimos encontrados por unas religiosas que nos dieron un lugar en el mundo. El lugar de ser queridos. La esperanza a mi vida la trae el otro en aquel tiempo.

Y junto a ellas un sacerdote sanador que liberó en mí la unción que evitó que me quedara totalmente ciego (luego reconocido por los hombres de ciencia al modo de un ‘milagro’). Hacernos prójimo nos salva. Tu modo de creer en mí puede hacer aparecer lo peor o lo mejor de mí. Y son tres pasos constantes a dar: aprender a creer en mí para aprender a creer en vos; aprender a sentir por mí para aprender a sentir contigo; aprender a pensar por uno mismo para aprender a pensar con el otro.

¿Esto es lo que viven las personas que hacen terapia con vos o que van a tu taller a ‘curar a través del arte’?
Es lo que incentivo a vivir porque es lo que puedo dar. Ser partero a través de la psicología y el arte. Ayudar a dar a luz. El arte puja el modo de ser y nos enseña a creer en uno mismo. Y creer hace ver. El alumnado no son necesariamente personas con límites visuales, sino con límites actitudinales. La actitud resta o suma aptitud. El arte les da la tarjeta de presentación: su propia luz; y así logran un lugar en el mundo.

Tienes una frase que desde hace algunos años te representa: “Ver no es el límite de la realidad”. ¿Cómo esta forma de pensar y enfrentar la vida te ha permitido una ‘mirada’ esperanzadora?
La esperanza me ayudó a crear una nueva mirada de uno mismo: ¡Soy valioso! Y así un acto de fe: creerse. Luego, a partir de aprender a creer en uno mismo, aprender a ver: ¡Soy valioso!

Entonces, ¿cómo se vive con esperanza cuando parece que en la vida ya no hay salida? Pienso en tantos casos en los que la desesperanza lleva incluso al suicidio.
Así como respondí… ¡Hay sueños que hay que aprender a soñarlos! A veces no nos soñaron… Las circunstancias tampoco parecieron ayudarnos a soñar. Anhelo un epitafio: Fue capaz de cambiar.

 

 

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