Catalanismo y bien común

Aunque no lo parezca, el movimiento independentista catalán está trayendo perjuicios a la sociedad española.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

Todos hemos escuchado alguna noticia sobre el independentismo catalán: que la gente no quiere seguir siendo de España, que se ha convocado un referendo, que el Gobierno lo considera ilegal y no lo permitirá, que el Barça podría elegir si jugar en España o en Francia, y un largo etcétera. Sin embargo, pocos nos habremos preguntado: y la Iglesia, ¿qué dice de los nacionalismos? Y, en particular, ¿qué dice sobre este desafío catalán? Para responderlo nos centraremos en unos argumentos dados hace cinco años por el teólogo y bloguero de InfoCatólica, Bruno Moreno Ramos.

Doctrina

Lo primero es que la rama doctrinal encargada del asunto es la Doctrina Social de la Iglesia, y que esta siempre da principios generales y, comúnmente, no se detiene a dirimir cada asunto en particular de entre los miles de asuntos que surgen cada día en todo el orbe. Por tanto, corresponde a cada fiel y pastor, en sus respectivos ámbitos de injerencia, interpretar los principios generales de modo particular para cada caso.

Así, es importante saber qué dijo la Conferencia Episcopal Española sobre los independentismos el año 2002: “Los nacionalismos, al igual que las demás opciones políticas, deben estar ordenados al bien común de todos los ciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta los derechos de los demás y los valores nacidos de la convivencia”.

Por ende, vemos dos asuntos: bien común con argumentos verdaderos y derechos de los demás. Sobre lo primero, es evidente que una independencia siempre genera una serie grande de males graves, y el más grave de ellos es la ruptura de la unidad de una nación, pues la unidad es un bien moral de importancia superlativa. Jesús dijo: “Sed uno como el Padre y yo somos uno”, y ‘diablo’ significa ‘el que divide’. La división, de modo general, es rechazable.

Motivos

Entonces, ¿por qué la Iglesia no los condena de modo general? ¿Qué espacio cabe aquí para el bien común? El que se da en una circunstancia gravísima donde solo quedan males graves para elegir, y donde cabe cuestionarse el independentismo como mal menor.

Solo se podría plantear justamente una independencia ante circunstancias gravísimas de orden no solo material, sino también moral: si hubieran fundamentales e irreconciliables diferencias religiosas; si la injusticia económica fuera indudable, manifiesta y dirigida a una región; si un estado fallido no pudiera cumplir sus funciones del modo más básico; si un estado tuviera la manifiesta intención de acabar con una cultura o una raza específica; si un tirano oprimiera una región en particular, etc.

Solo ante grandes e innegables males mayores, y sin la posibilidad de otra solución mejor, la independencia podría estar sustentada en orden al bien común. En Cataluña, hoy, no hay argumentos verdaderos suficientes para sustentar una independencia justificada.

Además, hay un ataque frontal a los derechos de los demás, ya que esta división no solo afectaría a los ciudadanos catalanes, sino a todos los españoles, pues perderían derechos en relación a un territorio que antes era suyo: hoy todos los españoles pueden mudarse a Cataluña y trabajar allí como ciudadanos de plenos derechos, mañana serían extranjeros; hoy pueden tener una empresa en Madrid y Barcelona tributando a un solo gobierno, mañana estarían sujetos a un modelo internacional complejo; ahora pueden estar orgullosos de las construcciones de Gaudí y de su Sagrada Familia como arte patrio, después se trataría de algo externo.

Por tanto, son muchas las circunstancias que hacen ver que no solo no hay espacio para el bien común, sino que se atenta frontalmente contra los derechos de millones de ciudadanos. No cabe sustentar que el independentismo catalán de hoy es compatible con las enseñanzas morales de la Iglesia. Al menos no de modo veraz.

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