Camino de Santiago: Tradición, quimera y realidad

El Camino de Santiago congrega a miles de peregrinos en cualquier época del año.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo

Sepa el lector que esta es la segunda parte de un artículo que constará de tres. Lo que vimos en la primera sección fue el relato de la tradición católica que cuenta cómo ha llegado hasta nuestros días la peregrinación del Camino de Santiago y cómo acabó el apóstol enterrado en tierras gallegas. Hoy, como contraparte, veremos los datos que muestran el origen precristiano de la ruta al fin del mundo, y si las teorías que se desprenden de los mismos son verosímiles.

Huellas

El primer trabajo aquí es distinguir lo que es un dato histórico de una teoría desprendida a partir de un dato. Por ejemplo, una cosa es la prueba objetiva de una huella dactilar en un arma homicida y otra es la teoría que se presenta para incriminar al poseedor de dicha huella. Puede ser que realmente esa persona usara el arma y sea el victimario, como puede ser también que se encontrara con el cadáver y el arma y tomara esta por cualquier razón antes de llamar a la policía. Evidentemente, la relación es la siguiente: cuantos más datos hayan, más verosímil y menos necesitada de imaginación resulta la teoría respectiva.

De este modo, a la hora de atender una cuestión como el origen precristiano del Camino de Santiago es de necesario rigor distinguir los hechos y los datos objetivos de las teorías inferidas a partir de estos. Lamentablemente, los datos son muy escasos; así que para hacer más agradable la lectura comenzaremos con las teorías y después las verificaremos con los datos históricos.

Un relato

Teorías en cuanto a la existencia de un camino de matiz espiritual que llegaba a Finisterre o al fin del mundo en el norte de la península ibérica antes del cristianismo hay infinidad. Sin embargo, me voy a permitir aunar todas, por sus elementos en común, en un solo relato.

Los antiguos celtas y, desde miles de años antes que ellos, los habitantes europeos de culturas megalíticas seguían el recorrido de la Vía Láctea hacia el oeste, camino al fin de la tierra, para rendir culto al Sol, que se ocultaba en el horizonte. Estos primitivos peregrinos caminaban hasta donde ya no había más camino a seguir para acompañar al Sol en su muerte y celebrar así su próximo y eternamente cíclico resurgir. Además, más allá del horizonte se encontraba la isla Atlántida, donde los difuntos descansaban en eterna juventud.

Acorde a este relato, algunos druidas tenían como costumbre iniciática hacer este camino como conclusión del adoctrinamiento de sus discípulos, mostrándoles de esta manera hasta dónde llegaba el saber: el fin del mundo, el fin de la realidad; y poder así hacer retornar a su discípulo siendo un sabio, habiendo visto al Sol morir.

Historia

Por otro lado, los datos históricos son verdaderamente muy pocos. Esto es fácil de entender si tomamos en cuenta que casi no existen textos célticos como tales. Para ser exactos, de las lenguas antiguas celtas en las que se conservan textos, una es el galo, de la cual el texto más largo contiene 60 palabras; y otra es el celtíbero, de la cual el texto más largo son los cuatro bronces de Botorrita, con nombres inconexos, lo que podría ser el listado de nombres de un censo o algo similar. Entonces, de fuentes directas tan limitadas es difícil sacar algo concreto.

Eso no significa que no haya documentación alguna. Sí la hay, pero es en su mayoría posterior y en forma de crónicas que relatan lo que culturas antiguas hacían y creían. No son, por tanto, fuentes directas. Sin embargo, el texto más claro al respecto es uno del propio Aristóteles, donde afirma: “Dicen que hay un camino llamado heracleo, que va desde Italia hasta los Celtas, los Celtoligios e Iberia, a través del cual si peregrina un griego o un nativo, es custodiado por los lugareños de modo que no le puede acontecer ningún daño y, si se le causare, obligan a pagar un castigo a los responsables del daño”.

La limitación en este texto es que no se menciona que en Iberia ese camino llegara hasta el fin del mundo, pero sí se puede suponer por el nombre de heracleo que hace referencia a Hércules y podría, por tanto, referirse a su décimo trabajo, en el que, según el mito, sí llega hasta el fin del mundo conocido. Es, por tanto, plenamente lícito inferir a partir de este documento histórico que ciertamente ya antes de Cristo se hablaba de un camino hasta el fin del mundo.

Sin embargo, ¿es esto suficiente para afirmar que el Camino de Santiago es la cristianización y la apropiación de este camino precristiano? Evidentemente la respuesta es no, y sostener lo contrario sería defender una quimera. Para fundamentarlo necesitaremos de la próxima edición, donde ultimaremos esta triada.

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