Bolívar y Francisco de Paula Otero, primer prefecto de Arequipa

Después de participar en la batalla de Ayacucho se le encomendó asumir este cargo político; sin embargo, tres meses después fue destituido por el mismo Libertador.

Francisco de Paula Otero (1786-1854), militar de origen argentino, héroe de la Independencia del Perú y primer prefecto de Arequipa (1825)

Víctor Condori
Historiador

Francisco de Paula Otero, fue un destacado militar y político argentino, nacido en la provincia de Jujuy en 1786, cuando esta pertenecía al entonces Virreinato del Río de la Plata. Para principios del siglo XIX, residía en la ciudad de Tarma, dedicado a actividades comerciales y mineras. Con el arribo de la expedición libertadora de San Martín al Perú en 1820, tomó la decisión como muchos peruanos, de apoyar la causa independentista, para ello organizó y comandó partidas de guerrilleros a fin de hostilizar a las fuerzas realistas.

Durante esta época, Otero ocupó hasta en dos ocasiones la prefectura del recién creado departamento de Tarma y en 1824, al mando del batallón de infantería N.° 1, participó en la campaña de Junín y, posteriormente, en la decisiva batalla de Ayacucho. Firmada la Capitulación y en reconocimiento a sus servicios, fue nombrado por intermedio del Libertador Simón Bolívar, prefecto del departamento de Arequipa.

Arequipa y su prefecto

A mediados de diciembre de 1824, junto a una pequeña comitiva, Otero partió desde Huamanga en dirección a Arequipa, llevando, por un lado, las noticias del triunfo patriota y buscando por el otro, el sometimiento de la población y sus autoridades al nuevo régimen republicano.

El día 12 de enero de 1825, hizo su ingreso por las principales calles de la “Muy noble y muy leal”, de la “Fidelísima” ciudad de Arequipa, acompañado de su respectiva escolta militar y un selecto grupo de vecinos y autoridades, quienes previamente se habían trasladado hasta el cercano pueblo de Uchumayo, ubicado a 15 km al oeste de la ciudad, con el objetivo de darle la respectiva bienvenida, como mandaba la costumbre.

Durante los primeros meses a la cabeza del gobierno local, Otero intentó llevar adelante y de la mejor manera, todas las medidas encomendadas por el régimen bolivariano, como por ejemplo, la habilitación de la caleta de Quilca como puerto mayor de la República, la jura de la Independencia en la ciudad y las provincias, el envío de un informe detallado sobre la situación económica del departamento, la publicación del primer periódico independiente y hasta se dio tiempo, para preparar la próxima visita del Libertador a la Ciudad Blanca.

Desde los inicios de su gobierno, Otero contó con el valioso apoyo de un grupo de intelectuales arequipeños como José María Corbacho, Evaristo Gómez Sánchez, Manuel Asencio Cuadros y Juan Gualberto Valdivia, todos ellos abogados, liberales y miembros de la Academia Lauretana de Ciencias. Lamentablemente, y a pesar del empeño puesto en cumplir las tareas encomendadas, días oscuros se asomaban por el horizonte.

El rechazo del Libertador

No habían transcurrido ni tres meses desde el nombramiento de Otero, y ya el Libertador comenzaría a manifestar su insatisfacción por la labor realizada al frente del gobierno de Arequipa; razón por la cual, tomó la decisión de reemplazarlo por una persona de mayor confianza y capacidad. Así, en marzo de ese año envió una carta al general tarapaqueño Antonio Gutiérrez de la Fuente, quien se desempeñaba como jefe militar en la provincia de Ica; en ella, lo invitaba a emprender juntos la marcha por los pueblos del sur, “entonces —decía el Libertador— tendré el gusto de llevarlo en mi compañía a Arequipa a hacerse cargo de la prefectura de su hermosa patria”.

Pero, ¿cuáles podrían haber sido las razones de este disgusto que provocaron la destitución y posterior persecución del prefecto Otero y de algunos de sus más cercanos colaboradores? Una de las razones, podría estar relacionada con el manejo y administración del primer periódico: La Primavera de Arequipa o Mañanas de su Independencia; que el Libertador, luego de la batalla de Ayacucho, ordenó al capitán y periodista Andrés Negrón su edición y publicación en la ciudad de Arequipa.

El control de la prensa arequipeña

Como podría esperarse de un periódico oficial dirigido a una población recién incorporada al sistema republicano, tenía como objetivos hacer pedagogía política, formar una opinión pública, pero, sobre todo, resaltar la imagen del general caraqueño como el verdadero padre de la patria y único protector de la libertad.

Por lo menos así fue cumplido en el primer número aparecido en enero de 1825. Pero, a partir del segundo, la edición general del periódico pasó a manos de algunos integrantes de la Academia Lauretana, como los abogados José María Corbacho y Evaristo Gómez Sánchez, contando con la complacencia del prefecto Otero. Aunque, se mantuvieron los objetivos políticos y pedagógicos del periódico, lamentablemente para los intereses del Libertador, los encendidos y desmedidos elogios a su figura no serían tomados en cuenta en los siguientes números (cinco en total).

Enterado de aquella “usurpación”, la reacción del jefe supremo no se hizo esperar. En marzo de ese año, dispuso el reemplazo de La Primavera de Arequipa por un nuevo periódico, La Estrella de Ayacucho y otra vez el capitán Andrés Negrón, como su único editor. De Otero y sus cercanos colaboradores, darían cuenta personalmente.

La persecución de Otero

Estando en Arequipa (mayo de 1825), Bolívar ordenó la destitución de Manuel Cuadros y Evaristo Gómez Sánchez —este último fue obligado a donar 4000 pesos al gobierno como parte de una contribución de 150 000 pesos exigida a algunos vecinos de la localidad—; mientras que, José María Corbacho fue desterrado del Perú, aunque rumbo a España, terminó residiendo en la ciudad de Río de Janeiro por varios años.

Sin embargo, los mayores sinsabores los padecería el exprefecto Francisco de Paula Otero. El mismo día de su destitución (15 de mayo), se le obligó a poner en manos de su reemplazante todo su archivo conteniendo documentos y “demás objetos pertenecientes a la prefectura”. Inmediatamente (26 de mayo), se encargó al coronel Manuel Aparicio y al abogado Mariano Ureta someter a Otero a un Juicio de Residencia en el término perentorio de ocho días, “conforme a las leyes”.

Como si esto no fuera suficiente, se le obligó a entregar a la tesorería de Arequipa la cantidad de 16 000 pesos que, en su condición de prefecto, había prestado al gobierno municipal a fin de sufragar los gastos del recibimiento y la estadía del Libertador en la ciudad, pues según decía la orden, “el general Otero no ha tenido facultad para prestar el dinero del Estado para recibir a SE el Libertador”.

Esta orden, se complementaría con otra del 17 de junio, que impedía la salida de la ciudad al desgraciado militar, hasta que no haya abonado el monto total exigido. Una vez cumplido el mismo, se le dio la orden de dirigirse al cuartel general de La Paz y presentarse ante el general Antonio José de Sucre, “a rendir cuentas a VE sobre el cumplimiento de las órdenes que se le hubieren comunicado”.

Al parecer, Otero se marchó de Arequipa antes de solucionar el problema con el fisco local, por tal motivo, desde la ciudad del Cuzco, el Libertador envió una carta al general Sucre, dándole la orden de que, apenas sea avistado “se le ponga en un calabozo por el crimen de deserción y desobedecimiento a las supremas órdenes de SE”.

Meses después, la mala disposición del dictador del Perú, parecía haberse relajado considerablemente, tanto como para permitir que el prefecto Gutiérrez de la Fuente propusiese nada menos que al abogado Manuel Ascencio Cuadros, para el cargo de segundo vocal de la recién creada Corte Superior de Arequipa. Tal propuesta fue aprobada por el Libertador, quien esperaba que, en correspondencia a dicha generosidad, el mencionado Cuadros pueda mejorar “sus ideas con respecto a las que manifestó cuando SE fue para Arequipa”. Desafortunadamente, ni Otero ni Corbacho estuvieron considerados en dicha reconciliación.

Cuando en agosto de 1825, el Consejo de Gobierno encabezado por Hipólito Unanue propuso al general Otero como nuevo prefecto de Huánuco, creyendo contar con la aprobación del Libertador; recibió de este una furibunda carta donde le increpaba, “el general Otero me ha disgustado mucho y por lo mismo debe mandarse un buen prefecto a Huánuco. Yo quisiera que mientras esté en el Perú, no mandase Otero ningún departamento porque lo ha hecho indignamente en Arequipa”.

De igual forma, un año después el prefecto Gutiérrez de la Fuente, en busca del retorno del exiliado José María Corbacho, de “este arequipeño —decía— lleno de aptitudes con que puede servir a su país”, solicitó al Libertador que le firme un pasaporte o “me faculte para librárselo”, este fue rechazado de manera inapelable.

De la resistencia a la oposición

Un último intento de ganarse la buena voluntad del dictador venezolano, se produciría en febrero de 1826, cuando el general Otero se trasladó a Lima y buscó reiteradas audiencias con el Libertador, con el objetivo de felicitarlo por su feliz regreso al concluir su largo recorrido por los pueblos del sur. Lamentablemente, la situación no sería diferente esta vez.

Para esta época, el sentimiento antibolivariano en las distintas regiones del Perú era ya manifiesto, por tal motivo, en las elecciones para el Congreso de ese año, muchos enemigos políticos del Liberador fueron elegidos, dentro de ellos, estuvo el general Otero, en representación del departamento de Junín (llamado un año antes Huánuco). ¿Pero se trataba de un enemigo?

Luego del retiro de Bolívar a la Gran Colombia, se produjo un motín de las tropas colombianas en Lima en enero de 1827, entre los instigadores, estuvieron algunos líderes peruanos como los abogados Manuel Lorenzo de Vidaurre y Francisco Javier Mariátegui y militares, como Francisco de Paula Otero.

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