Arequipa, el lugar que se halla detrás del volcán

El Misti ha jugado un papel importantísimo en la determinación de los distintos espacios dentro de la mentalidad de los habitantes de la región.

Rafael Longhi Saravia

Quien vive en Arequipa podría decir que la ciudad se halla frente a su volcán tutelar y no detrás de él. Nuestra visión cotidiana es la de un imponente macizo como fondo de un paisaje cada vez más urbano y menos rural, escenario habitual de nuestras vidas.

Pero para quienes se encuentran en las alturas posteriores a la línea de las montañas tutelares —en Pampa Cañahuas o en la laguna de Salinas, por ejemplo— la ciudad se ubica más bien detrás de ellas. De allí probablemente deriva el hecho de que en tiempos ancestrales se le llamara al valle del Chili y su perímetro inmediato Aru Quepa o Ari Quepa, términos en aymara que podrían traducirse como ‘lo que queda detrás del montículo o el promontorio’.

Las montañas

Teniendo en cuenta la importancia que representan las montañas como elementos fijos, llegando a ser incluso sacralizadas por sus poblaciones comarcanas, no es de extrañar que estos macizos se hayan constituido en verdaderos referentes que permitieron establecer la ubicación e incluso la toponimia de algún determinado lugar.

Estas elevaciones de la geografía andina no representaban simples elementos del paisaje, sino que fueron sacralizadas asumiendo una identidad singular con la que sus tributarios mantenían una compleja relación que implicaba conceptos como los de identidad, pertenencia y reciprocidad.

Desde esa concepción, el Machuputina o el Misti, como le llamamos ahora, ha jugado un papel importantísimo en la determinación de los distintos espacios dentro de la mentalidad de los habitantes de la región, y el hecho de que el territorio más próximo haya visto su nombre relacionado con este volcán resulta completamente comprensible dentro de ese contexto histórico y geográfico.

Por eso, Juan Guillermo Carpio Muñoz, en su conocido Diccionario de arequipeñismos, precisamente en la parte que se ocupa de explicar el origen de la palabra ‘Arequipa’, indica lo siguiente: “El doctor y amigo Julio Bustinza Menéndez me indicó que hasta la fecha ‘ariquepa’ es una denominación genérica del aymara para designar a toda la región sur occidental del Perú”.

Otra versión

Existen otras versiones menos difundidas que relacionan la palabra ‘Arequipa’ con el significado de ‘trompeta sonora’ en runa simi o quechua. Sin embargo, esa afirmación, por su escaso sentido lógico, es en realidad poco probable porque tal idioma no estuvo difundido entre los pobladores de esta región sino hasta el momento en que fue incorporado al Imperio incaico, esto es recién a partir del año 1450, aproximadamente.

Antes de eso, aquí se hablaba el ya mencionado aymara y el puquina; de este último quedan como evidencia algunas palabras, especialmente las terminadas en -baya y -aque, como Tiabaya, Polobaya, Socabaya, Mollebaya, Tilumbaya, Ilabaya y Coporaque, que designan lugares de Arequipa, Moquegua, Tacna, Puno y parte de Bolivia, en los cuales se hablaba esta lengua hoy ya muerta.

Como vemos, desde la perspectiva etimológica, la palabra que designa a nuestra ciudad y su entorno inmediato no tiene sus orígenes absolutamente claros, pero desde el punto de vista semántico, el universo de significados que entraña es infinito, con asociaciones que van desde el lugar donde realizamos nuestro quehacer diario; el escenario de nuestras vivencias; donde se hallan nuestros rincones más añorados, y que dan sustento a nuestras mayores contradicciones, frustraciones, motivaciones, anhelos, esperanzas y proyectos de vida. Todo ello es lo más importante porque es lo que realmente le da sentido pleno a una palabra tan simple y, a la vez, compleja como ‘Arequipa’.

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