Aportes foráneos a la identidad regional

La puesta en funcionamiento del ferrocarril del sur fue un acontecimiento cultural determinante en la ciudad. Foto: 1971.

Rafael Longhi Saravia

Arequipa, qué duda cabe, culturalmente está definida como el original fruto del lento proceso de amalgama entre el mundo andino y el hispano. Sin embargo, este maravilloso proceso no se agota únicamente en ello, pues también ha recibido otros valiosos aportes que, aunque probablemente sean mucho menos conocidos y de menor incidencia en los comportamientos sociales locales, es muy importante conocer y valorar en la tarea de comprender de manera amplia la identidad cultural regional.

Nos referimos básicamente a aquellos que se dieron en la etapa que conocemos como republicana. Dentro de estos aportes resultan especialmente interesantes los recibidos como consecuencia de un hecho que modificó diversos aspectos de la vida de los hasta entonces muy apacibles arequipeños, aquellos que vivieron particularmente en el periodo finisecular decimonónico, y van desde la gastronomía y los usos sociales hasta la arquitectura y el dinamismo económico.

La presencia del ferrocarril

El acontecimiento determinante para que se dieran estos cambios fue la construcción del llamado ferrocarril del sur (1860-70). Este hecho desencadenaría un intenso proceso migratorio desde lugares tan lejanos como Inglaterra, Francia, Italia y Alemania, y sus consecuentes importaciones culturales hacia la, hasta entonces, prácticamente rural Arequipa.

Si bien es cierto que el Perú no fue uno de aquellos países a los que masivamente llegaron con intenciones de fijar su residencia, no deja de ser importante el número considerable de extranjeros que sí lo hicieron.

Y en cuanto a Arequipa, puntualmente la ciudad, recibió a una vigorosa corriente de inmigrantes extranjeros que hicieron su ingreso a la región por el puerto de Mollendo, escenario de tránsito tanto de personas como de mercancías. Estas últimas conformadas especialmente por aquellas que por entonces se constituían en las principales exportaciones, tales como la fibra de alpaca y el té, productos que tenían como destino fundamental Inglaterra, país que fuera uno de los principales inversores en el sector ferroviario peruano.

Esta dinámica también se proyectó de manera elocuente en el ámbito cultural. Así tenemos, por ejemplo, la adopción de ciertos patrones británicos como la todavía hoy vigente costumbre de tomar el té y esa particular arquitectura de claro sello victoriano que se puede apreciar en determinadas áreas urbanas como Vallecito, Selva Alegre, la avenida Bolognesi, etc., y también en los puertos y los balnearios del litoral arequipeño.

La promisoria industria

Una emergente industria y comercio, como consecuencia de lo anterior, se dio en Arequipa entre el siglo XIX y el XX, como efecto del impulso, en la mayoría de los casos, de extranjeros emprendedores. Por ejemplo, la fábrica de textiles El Huayco, Michell y Cía., Casa Braillard y la fábrica de chocolates La Ibérica, entre otros tantos ejemplos.

En muchos casos se establecieron verdaderos binomios económicos, cuyas partes correspondían principalmente a ciudadanos locales que aportaron capitales que obtuvieron de la labor agrícola; y otros venidos de afuera, especialmente europeos, que contribuían con capacidad técnica tanto comercial y financiera como industrial.

No pocas veces estas alianzas se consolidaron en matrimonios, generalmente entre hombres europeos y damas arequipeñas, que fueron el germen de familias que, pese a sus apellidos de origen extranjero, hoy son parte de la más rancia tradición mistiana. Esto contribuyó a que Arequipa, lentamente, se impregne de ciertos tintes cosmopolitas que indudablemente han dejado huella en el inconsciente colectivo de sus habitantes, a manera de una impronta cultural.

Salir de la versión móvil