La oración en la Cuaresma peruana

Cada año el Señor de los Milagros llena las calles peruanas de fe y devoción.

Javier Gutiérrez Fernández–Cuervo
Filósofo

Estamos en el mes del Señor de los Milagros y también en el mes de la Cuaresma peruana. En estos días los niños juegan a pellizcarse cada vez que pasa una ‘beatita’ y el color morado se pone de moda: si no es en el hábito, es en una corbata, en un broche a la altura del corazón, en una blusa o en una nueva imagen colgada del espejo retrovisor del taxi.

Indudablemente, este mes está lleno de detalles que demuestran una ternura y un cariño especial al Cristo Moreno. Pero si en verdad en octubre el pueblo peruano vive una especie de Cuaresma particular, tendremos que recordar, al menos, una de las tres prácticas cuaresmales que la Iglesia siempre nos invita a realizar: la oración.

Clases de oración

En el Catecismo de la Iglesia Católica, las clases de oración son las siguientes: la bendición ascendente y la descendente, la adoración, la oración de petición, de intercesión, de acción de gracias y de alabanza. ¡Tenemos siete distintos tipos de oración que la Iglesia nos propone y que corremos el riesgo de no practicar nunca!

Cuando hablamos de oración, por lo general entendemos dos cosas: la recitación de una serie de oraciones específicas, como el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria, etc.; o la oración personal y espontánea.

El peligro es que nuestra única manera de comunicarnos con Dios espontáneamente sea por medio de la oración de petición. Esta es exclusivamente una de las siete clases de oración que existen. Es muy tentador ver a Dios como un doctor que está ahí para visitar cuando te enfermas y que te cure. Nadie se acuerda de su médico cuando está sano, y mucho menos lo llama para felicitarle y agradecerle por la eficacia del medicamento prescrito o para hacerle saber que eres consciente de que sin él no estarías tan sano.

Relación con Dios
Dios es la razón de nuestra existencia en cada instante. Si solo ejercitamos la oración de petición es como si nos dirigiésemos a nuestro padre solo para pedirle dinero. San Pablo decía: “Orad sin cesar” (1Ts 5,17), pero también aclaraba: “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4,2).

Si nuestro espíritu solo se alimenta de una clase de oración, estaríamos generando una especie de dieta desbalanceada que no nos nutrirá en profundidad y a la larga nos puede dejar débiles.

Orando al Cristo Moreno

Por eso, cuando el Cristo Moreno se asome a nuestras calles y las procesiones paralicen la ciudad, acerquémonos a Dios bendiciéndole porque en el Perú las procesiones son multitudinarias; adorándole porque es el Señor del Milagro de nuestra vida; intercediendo por todos aquellos que rechazan esta fiesta; agradeciéndole porque nos concede estar con Él; alabándole con el acercamiento a los sacramentos; y, por supuesto, pidiéndole lo que nos conviene: el Espíritu Santo.

Evitemos, por tanto, que al llegar el último día veamos todas las horas de nuestra vida dedicadas a la oración y se nos diga que no hemos mostrado amor al Señor de los Milagros, sino a los milagros mismos, como quien dice que “no es amor al chancho, sino al chicharrón”.

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