La libertad religiosa y el desarrollo de los pueblos

Por: Manuel Rodríguez Canales
Teólogo

En la enseñanza social de la Iglesia, el desarrollo es entendido según la famosa expresión de Paulo VI como el paso de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. En este programa se engloba toda la cultura y la actividad humana.

Tiene, según puedo ver, un peso específico la humanidad entendida como la condición de centralidad, crecimiento y plenitud de la persona humana. En ese sentido el aporte personalista de Juan Pablo II es fundamental y a él me remito.

Tema importante

Hoy en día, el tema de la libertad es probablemente El más importante de todos. A él se remite cualquier rebelión, cualquier intento de orden, cualquier reclamo de derechos. La sensibilidad de la sociedad posmoderna o también llamada sociedad del riesgo tiene en esta palabra una especie de talismán que se usa para todo.

El problema es la noción individualista de la libertad que paradójicamente termina por minar su sentido más humano. Con esta noción es imposible el desarrollo de las personas y los pueblos ya que reduce la experiencia de la libertad a una mera opción indiferente que no vincula a las personas con nada y mucho menos entre sí. Todo se convierte en conflicto de intereses individuales. De allí viene esa especie de cultura del reclamos de derechos que no tiene en cuenta para nada los deberes para con los demás. Se produce así una desintegración de la sociedad ya que no pocas veces “los derechos nos separan, los deberes nos unen”.

Buscar la verdad

La libertad religiosa no es en el fondo una simple opción por una religión en el sentido arriba citado, de elegir entre una opción religiosa u otra, sino —como explica el Cardenal Crepaldi— el deber de la propia humanidad de buscar la verdad, expresarla en el ámbito público y actuar públicamente en consecuencia con la propia conciencia. Así, siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II se concentra la cuestión de la libertad religiosa en la conciencia moral que según el mismo Benedicto XVI es “la verdad en el fondo del ser humano”.

Esta concentración en la conciencia moral es el punto clave de discernimiento de la libertad religiosa, sin la conciencia moral no existe religión posible en su sentido último y mucho menos una expresión sana y liberadora de la misma. La mera pertenencia institucional no garantiza la libertad religiosa, esta se trata más bien de una continua búsqueda y no de una especie de bien ganado desde el cual se puede juzgar a los demás. La verdad es la que nos hace libres, no la mera inscripción en un registro bautismal o la pertenencia a una determinada institución religiosa.

La misma Iglesia no garantiza que este tipo de pertenencia sin una vida de permanente búsqueda de la verdad sea liberadora. Como tampoco que la no pertenencia a la iglesia visible sea una condenación o esclavitud. No se debe entender la libertad religiosa como una estrategia de la iglesia para mantener sus prebendas políticas o su poder en el mundo, sino como una expresión más de su decidida defensa de la humanidad, de la persona concreta. Es decir, la iglesia no defiende “su” libertad religiosa si no la de las personas, sean quienes sean y crean lo que crean, siempre y cuando intenten responder a lo profundo de sus conciencias.

Respetar la conciencia

Esto último ni justifica ni promueve un indiferentismo religioso que haga inútil la predicación cristiana si no que la sitúa en las coordenadas del profundo respeto a la conciencia personal que en todo momento enseña Jesucristo en los evangelios. El cristianismo es una invitación a la vida plena, nunca una imposición ni una estrategia de dominio.

El respeto a la conciencia personal es la clave de una verdadera evangelización.
Sin ayudar a las personas a desarrollar lo mejor posible su conciencia moral es imposible el progreso de los pueblos. Es esta, la conciencia moral y su libre expresión, la única condición que puede sostener y defender el auténtico desarrollo en el que se armonizan las instituciones y los individuos. Todos los demás aspectos económicos, políticos y sociales se ordenan de cara a esta defensa de la libertad personal que tiene en lo religioso uno de sus principales espacios de crecimiento y fundamentación moral última.

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