Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo
Ya bastante tenían los colombianos con soportar al presidente Gustavo Petro, como para que ahora también los peruanos tengamos que hacer lo mismo. Todo debido a un reciente reclamo de soberanía sobre la isla Santa Rosa, en el Amazonas, que en los últimos meses se ha instituido como distrito en la región Loreto. Por ello, el presidente colombiano trasladó la tradicional parada militar del 7 de agosto –que conmemora la victoria del ejército libertador al mando de Simón Bolívar sobre las tropas realistas de Boyacá– a Leticia, capital del Amazonas colombiano, ciudad limítrofe con la isla Santa Rosa.
La realidad es que Santa Rosa ha tenido presencia peruana desde hace por lo menos 50 años, con población e instituciones como la Policía Nacional y colegios públicos. Por ello, no es creíble que ahora a Petro le surjan dudas sobre su soberanía.
La razón de este supuesto problema limítrofe es otra: su política interna. Petro, que en favorabilidad solo le gana a Dina Boluarte (presidenta de Perú), a Nicolás Maduro (presidente de Venezuela) y a Luis Arce (presidente de Bolivia), no podía conmemorar la Batalla de Boyacá en Bogotá porque los mineros tienen bloqueado su acceso. Esto debido a la prohibición de las exportaciones de carbón que decretó el presidente, ya que el principal destino de dicho mineral es Israel, país del que se ha declarado enemigo a causa del desastre humanitario en Gaza.
Por si fuera poco, no podía realizar su acto conmemorativo en ninguna otra ciudad grande de Colombia porque estas estaban tomadas por manifestaciones multitudinarias a favor del expresidente Álvaro Uribe, en reacción a la polémica condena en su contra, dictada en primera instancia y dentro de un proceso judicial bastante controvertido.
Así las cosas, Petro parece haber recurrido a una vieja estrategia: crear una cortina de humo que tape su desgobierno, factura que, esta vez, intenta pasar al Perú.