Democracia

Carlos Timaná Kure
Director del Centro de Gobierno de la Universidad Católica San Pablo

Una de las principales características de los líderes hispanoamericanos, es que gobiernan en solitario hasta donde los dejen, no piensan en hacer acuerdos amplios que les permitan moderar expectativas y así ganar gobernabilidad. La polarización por la que atraviesan las democracias contemporáneas, impide un gobierno de las mayorías, y el respeto y garantías para quienes no conforman esos regímenes; generando sectarismo en el poder, situación a la que no estábamos acostumbrados.

Este fenómeno se puede apreciar en el estilo de gobierno de minoría de Pedro Sánchez, en España, quien se encuentra “necesitado” de los votos nacionalistas para mantenerse en el poder, también en la imposibilidad de Gabriel Borich, en Chile, de reformar la Constitución. Ambos proyectos de reforma naufragaron por no alcanzar mayorías; así sucede también en la Colombia de Gustavo Petro, donde al no haber reformas consensuadas, no está claro si vayan a ver la luz en el Congreso.

Esta crisis tiene un mayor alcance, el apoyo general a la democracia decae a nivel mundial, según lo confirma un sondeo publicado esta semana en el Pew Research Center de EE.UU., incluso en países con amplios estados de bienestar y una institucionalidad madura como Francia.

Es necesario recuperar la capacidad de ponerse de acuerdo en lo fundamental, de lo contrario, la aparición de regímenes híbridos (democracias con autoritarismo y baja competitividad) seguirán reemplazando en el mapamundi a las democracias liberales. Tras la caída del Muro de Berlín y, en la mayoría de los casos, estas democracias liberales permitieron procesos exitosos de integración, como fue el caso de la Unión Europea, y garantizaron ciertos derechos fundamentales en contextos como el latinoamericano que, a pesar de su debilidad institucional, se logró alcanzar mejores indicadores sociales en la lucha contra la pobreza.

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