Un helado que se mantiene como una promesa

La familia Alarcón, conserva la tradición del helado artesanal arequipeño, tal como lo imaginó don Celso que, aunque no está con ellos, sigue vigente como sus recetas

Gabriel Centeno Andía

Cuando Celso Alarcón empezó a preparar helados (hace 64 años), no había en Arequipa buenas máquinas de refrigeración, entonces, tuvo que ingeniárselas y recurrir a algunos técnicos para contar con un equipo que le garantice el sabor y la consistencia que quería para su producto.

Desde que empezó en el negocio, su mayor preocupación fue ofrecer un helado de calidad y natural, para ello utilizaba fruta de temporada; también quería vender un producto económico y esto se convirtió en una regla que su familia ha mantenido hasta ahora.

Nunca quiso tener una gran empresa y hasta evitó colocar un nombre a su producto. Recién hace cinco años atrás, su familia decidió bautizar el negocio como Heladería de Pizarro, debido a su ubicación. Prácticamente, toda su vida funcionó en la calle Pizarro 212-A y es una obligación detenerse en la heladería cuando uno pasa por el lugar. 

Una promesa

Don Celso falleció a los 73 años. La mayoría de sus hijos estaban involucrados con el negocio, sobre todo los tres varones de la casa, que participaban en la producción. Antes de fallecer, su hijo Carmelo, le dijo a su padre que continuaría con la heladería hasta que se apague el sol y así fue.

La heladería sigue funcionando en el lugar de siempre. Eventualmente, Carmelo sale con un barquillo de helado a la calle, para entregárselo a algún niño o adulto que no cuente con dinero para comprar uno. “Una bola de helado no me va a hacer pobre ni rico”, decía cada vez que lo hacía, aunque lo cierto es que, para ser un helado artesanal es bastante económico.

EL DATO

Algunas variedades de helado requieren de insumos locales, como el de tumbo o higo, pero en la medida de lo posible, han mantenido la lista de sabores. Las presentaciones de lúcuma y papaya arequipeña son algunas de las más preferidas.

Tercera generación

Actualmente, el negocio está bajo la administración de la tercera generación de la familia Alarcón. Las hijas de don Carmelo (Carolina y Carmen Julia), tomaron las riendas de la heladería, aunque siempre bajo la supervisión de su padre.

La pandemia motivó a que se involucren un poco más, pues su padre no podía atender la tienda al ser una persona vulnerable. “La heladería afrontó dictaduras, terremotos y hasta pandemias, y sigue vigente. Es un emprendimiento constante que ha superado cada crisis, manteniendo siempre la visión de mi abuelo, que fue elaborar un helado de calidad para todos”, refiere Carolina.

Precisamente su trabajo se intensificó durante los últimos dos años, pues adecuaron el ambiente de la heladería a la coyuntura sanitaria e incorporaron nuevos medios de pago. “La producción se ha mantenido pese a la pandemia. Nunca nos preocupó que no se reactivara el negocio, porque es un producto tradicional y de calidad. Tuvimos suerte que la receta de mi abuelo haya gustado y perdure hasta ahora”, dice.

Hace algunos años, abrieron una sede en el distrito de José L. Bustamante y Rivero, y es un local que ha sido reactivado. Otro de los objetivos de las hijas de don Carmelo, fue potenciar las redes sociales, lo que ha funcionado y ya cuentan con miles de ‘pizarrolovers’ que están atentos a las novedades de la heladería a través de Facebook e Instagram. “Queremos que la heladería crezca en memoria de mi abuelo, para seguir su legado de hacer un helado para todos hasta que el sol deje de brillar”, asegura.

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