Benito, un ejemplo de resiliencia

Durante toda su vida fue taxista, pero la pandemia lo obligó a migrar al arte y hoy, a sus 65 años, no lo cambiaría por nada

Gabriel Centeno Andía

Benito Tapia pensaba que lo había logrado todo. Con su oficio de taxista construyó su casa, consiguió que sus hijos sean profesionales y todavía tenía fuerzas para seguir engriendo a su familia; sin embargo, la pandemia lo complicó todo, incluso su salud. “Como a muchos, la pandemia me dejó sin trabajo y tuve que dejar mi labor de taxista, porque mis hijos no querían que siga exponiéndome” y comenta que, en una etapa complicada de salud, consumió hasta dos balones de oxígeno al día.

Hace un año y algunos meses, tuvo que dejar el único oficio que conocía —y que le había dado todo lo que tiene—, para empezar otro del que no tenía certeza alguna de cómo le iría. “De niño tenía la afición de hacer cosas artísticas, pero nunca la desarrollé, pero en medio de la situación en la que estaba, se me ocurrió elaborar algunos cuadritos hechos con piedras y elaborar algunos objetos de madera, como fachadas de casitas rústicas, cruces y hasta colgadores de llaves o mascarillas”, explica.

Inicialmente sus amigos y vecinos compraban sus productos, pero Benito quería poner a prueba su talento para saber sí podía dedicarse de lleno a eso. Un día salió de su casa y vio que en el Parque Lambramani, había una feria artesanal promovida por una organización internacional, así que averiguó lo que necesitaba y le pidió a su hija que lo inscriba.

“Empecé con temor. Llevé las cosas que había hecho en mi taller y las expuse. Al principio las personas pasaban de largo, pero tuve paciencia, hasta que se acercaron a mi mesa de exposición y empezaron a comprar”, narra emocionado.

Un día llegó una pareja de adultos mayores y vieron una obra de Benito, donde se aprecia a dos enamorados mirando el mar al atardecer. Obviamente la compraron. Le dijeron que al ver ese cuadro hecho con piedras, recordaron su juventud en una playa de Camaná y le pidieron que por favor lo firme. “Yo no me lo esperaba, pero fue gratificante darme cuenta que mi arte podía trascender a mi grupo de amigos y vecinos”, dice.

Pero la creación no quedó allí, el año pasado, quiso regalarle una cruz a su nieto por su cumpleaños. Es usual que cada cumpleaños, Benito le entregue algo hecho con sus manos y este no sería la excepción. Hizo una cruz bastante colorida y le tomó una foto que subió a su página de Facebook y empezaron a solicitarla.

“Soy un empírico total. La verdad todo lo que hago lo fui aprendiendo [en el camino] como los diseños e incluso las pinturas que debo usar o cómo dar algunos acabados. A veces, voy a las tiendas para ver los colores que están de moda y utilizarlos en mis obras”, sostiene.

Siendo honestos, lo que actualmente hace, no es tan rentable como su trabajo anterior. Pero cuando le preguntamos si volvería a su auto para empezar de nuevo con el taxi, nos responde que “no”.

“En algún momento pensé en combinar ambas actividades, pero con todo lo que me pasó lo descarté, porque creo que encontré mi lugar en la vida a mis 65 años. El arte me generó muchas emociones y cambió mi estado de ánimo, lo que es más gratificante que el dinero. Siempre he buscado esto y no volvería a manejar como lo hacía antes. Esto que encontré no la comparo con nada y estoy muy contento con lo que hago ahora”, dice convencido y bastante conmovido.

Definitivamente nadie, en su sano juicio, podría cambiar las caminatas al atardecer por Quequeña o Yarabamba con su nieto, para recolectar piedras y palos a los que luego da forma en su taller o dejar de apreciar las expresiones de sus clientes cuando observan una de sus obras. Don Benito no cambiaría las manchas de pintura en sus manos por todo el dinero del mundo.

“Me hubiera gustado que ellos puedan ver lo que hago ahora, estoy seguro que se emocionarían al saber que me dedico al arte y, sobre todo, se sentirían felices por saber lo bien que me siento haciéndolo”, dice aun conmovido, pues perdió a muchos amigos por el COVID-19.

Una vez le preguntó a su hija, qué era la resiliencia, pues era una palabra que escuchaba con frecuencia durante la pandemia y no la entendía. Ella le respondió “tú” y desde entonces, le quedó claro el término.

Luego de la feria en la que actualmente participa, don Benito no tiene definido cómo continuará ofreciendo sus productos. Piensa buscar algunas ferias en distritos o tal vez, potenciar sus redes sociales (Artesanías y manualidades ‘Benito’). “Veremos qué sale”, dice paciente, pero convencido que si permanece junto a su familia todo estará bien.

EL DATO

Las manualidades de Don Benito, las pueden encontrar de 11:00 a. m. a 7:30 p. m. en el Parque Lambramani. Si quieren algún diseño en especial, pueden contactarlo al 990 269 687.

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