Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa
El título de estas líneas, lo he tomado del mensaje que los obispos del Perú, emitimos hace unos días. Ante la crisis pluridimensional (política, sanitaria, ecológica, ética, moral, etc.) que afecta a todos los peruanos, como pastores del pueblo de Dios, nos hemos sentido urgidos a hacer un llamado a las más altas autoridades de nuestra patria, invocándolos a que, “asuman seriamente sus compromisos y responsabilidades en la búsqueda de la estabilidad, democrática y del bien común, y no de intereses particulares ni ideológicos”, ya que “la inestabilidad y la falta de decisiones idóneas, laceran la legitimidad política y la confianza ciudadana”.
Hicimos un “fuerte llamado a las autoridades gubernamentales para que dé señales claras de gobernabilidad y de una real voluntad de corregir errores y evitar una mayor incertidumbre en la ciudadanía”. Dijimos también que, “el pueblo peruano necesita que sus autoridades, sean personas intachables y debidamente preparadas para los cargos que han de asumir”, de modo que, “respondan con altura y profesionalismo al mandato que los electores depositaron en ellos: su confianza y su esperanza”.
Siguiendo las enseñanzas del Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, los obispos del Perú, expresamos la necesidad urgente de la ‘buena política’, la cual no debe dejarse solo en manos de las autoridades gubernamentales o de los partidos, sino que, requiere la participación vigilante de la ciudadanía, teniendo presente que, “es la expresión más alta de la caridad y del amor al prójimo”.
Por ello, hemos reiterado “nuestra propuesta de trabajar todos juntos para la transformación de la sociedad peruana, encaminando nuestros esfuerzos y voluntades en la rehabilitación de la política, la economía, la actividad laboral de todos los actores sociales”, teniendo en cuenta que, como dijo san Juan Pablo II, “si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie” (PG, 67). Convocamos así a la ciudadanía, a actuar en forma conjunta, articulada y solidaria por el bien del Perú, cooperando en el fortalecimiento de la democracia y el respeto al orden constitucional.
Como el Papa Francisco, dijo muchas veces, “de una crisis se sale mejor o peor, nunca se sale igual”. La crisis pluridimensional por la que estamos atravesando en el Perú, entonces, es también una oportunidad para salir mejores; para ello, como hace unos años escribió el mismo papa, es preciso “generar procesos que construyan pueblo” y no dejarse llevar por el ansia de “obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana” (EG, 224).
Los procesos no suelen ser fáciles, mucho menos en coyunturas como la nuestra, marcada por la polarización y el conflicto, pero también el conflicto puede ser una oportunidad si no nos dejamos atrapar por el, encerrándose cada uno en su posición de modo intransigente, sino que debe afrontarse a través del diálogo y la amistad social. Ello requiere la conversión de los corazones. De ahí se entiende que, invocando el espíritu religioso del pueblo peruano, los obispos hayamos terminado nuestro mensaje, invitando a todos a rezar por el Perú. Ojalá que lo hagamos.