Chuquibamba, la ciudad amable

Este es un breve recorrido por la capital de la provincia de Condesuyos, donde el visitante no se siente forastero. Sus paisajes naturales, las clásicas casas de adobe y su andenería nos trasladan a un paraíso andino a escasa distancia del nevado Coropuna.

Texto y fotos: Heiner Aparicio Ojeda

Con los primeros rayos del sol, una pobladora recorre una de las tranquilas calles de Chuquibamba. La paz del lugar resulta contagiosa.
La tierra donde nadie es forastero. Cada encuentro con algún morador siempre va acompañado de un amable saludo.
El amanecer en Chuquibamba es una obra de arte. Las montañas emergen al fondo como celosos guardianes de este paraíso natural, ofreciendo una imagen que conmueve.
En Chuquibamba aún se vive de la agricultura. Con lampa al hombro, los campesinos se dirigen a las chacras desde tempranas horas del día.
Aquí se tiene la sensación de estar en un paraíso. Un poblador camina sereno a lo lejos, mientras un pequeño arcoíris se dibuja en el cielo.
Muchos aseguran que los mejores quesos provienen de esta zona. La ganadería es una actividad productiva importante.
Las zonas agrícolas se extienden a lo largo de su territorio. Esta es la actividad económica principal.
Los constantes sismos derrumbaron las antiguas casonas de adobe. Hoy, pese a estar en ruinas, todavía se puede admirar su belleza.
Con recursos propios, los pobladores de Chuquibamba están construyendo su catedral. La antigua tuvo que ser demolida tras resultar seriamente afectada por el sismo de 2001.
Una estampa clásica que no podía faltar: Los Errantes de Chuquibamba, inmortalizados en la plaza principal.
Las tejas y el techo a dos aguas, todavía se aprecian en diferentes zonas de la ciudad, aunque el cemento y la modernidad poco a poco los van reemplazando.
Dos lugareños caminan frente a una antigua casa que nos evoca la arquitectura que Chuquibamba tuvo en el pasado.
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