Deysi Pari
El economista Dante Urbina cuestionó si el actual sistema económico del Perú constituye una administración racional o si, por el contrario, está destruyendo el país a nivel cultural, de civilización y ecológico.
Durante su conferencia, “Economía civil: bien común ante la tiranía del homo económicus y el egoísmo”, organizada por el Departamento de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Católica San Pablo, el economista peruano hizo hincapié en el contraste entre el sistema capitalista global, que promueve la eficiencia productiva, y la búsqueda de una sociedad justa y feliz, que propone la economía civil.
“¿Realmente estamos yendo hacia algo cualitativamente mejor? ¿Estamos construyendo civilización con nuestra economía o la estamos destruyendo?”, cuestionó.
Urbina, durante su ponencia, también expuso que el progreso económico podría estar convirtiendo al ser humano en una suerte de animal tecnificado, que solo trabaja todo el día para luego llegar en la noche a su casa, comer y distraerse mirando televisión. “Esto es lo que sucede de lunes a viernes para gran parte de nuestra civilización. Entonces, deberíamos cuestionar nuestro paradigma económico”, indicó.
Si el éxito se mide únicamente por la sofisticación, la cantidad de productos tecnológicos y las formas de consumo, el capitalismo parece un “gran progreso” pero, desde otras ópticas, es deficiente.
En ese sentido, Urbina sostuvo que la economía civil se presenta como una alternativa.
¿Cómo surgió la economía civil?
Urbina citó a Patrici Calvo, quien en su artículo “Economía civil desde una ética de la razón cordial”, explicó que la economía civil fue acuñada por Antonio Genovesi, en la segunda mitad del siglo XVIII, en la Universidad de Nápoles. Su propósito fue ofrecer un modelo económico que respondiera a las necesidades de la sociedad del momento, buscando una sociedad más justa y feliz.
El economista señaló que aquí radica la primera gran diferencia con el sistema económico vigente. En ese sentido, explicó que, en la teoría económica neoclásica, el estándar con el que se juzga es la optimalidad de Pareto: un criterio de eficiencia que no considera la justicia distributiva ni la felicidad colectiva. En cambio, la economía civil prioriza la justicia y la felicidad.
El concepto de felicidad es más amplio y profundo, sostuvo Urbina. Está ligado a la realización de la esencia del hombre, no meramente a la satisfacción de sus preferencias o deseos. También citó al filósofo John Stuart Mill, quien dijo: “Prefiero ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo satisfecho”.
Urbina lamentó que, hoy en día, con el consumo rápido y la publicidad, gran parte de la sociedad esté convirtiendo a los seres humanos en “cerdos satisfechos” que buscan sentir, pero olvidan las preguntas trascendentes de la vida.
Una respuesta a la infelicidad
Según Urbina, la economía civil ofrece una respuesta a esta infelicidad a través de los bienes relacionales. Estos bienes son las relaciones humanas. A diferencia de los bienes materiales, cuya utilidad es decreciente pues hay menos satisfacción cuanto más se consumen, los bienes relacionales tienen una utilidad marginal creciente: su valor aumenta con el uso y decrece con el desuso.
Urbina critica duramente la lógica de consumo que el modelo moderno ha inoculado en las relaciones humanas, donde se trata a la persona como un objeto o un producto. La verdadera felicidad, de acuerdo con la economía civil, se encuentra en no usar al otro, sino en construir relaciones genuinas, profundas y consolidadas.











Discusión sobre el post