Tu principal trabajo es educar a tus hijos

Por: Jorge Pacheco Tejada
Educador

Hay un problema serio cuando los padres se dejan “secuestrar” por la oficina a expensas de sus hijos. No los ven, nunca hay tiempo para compartir. No dejemos que la modernidad del ambiente laboral nos quite a los hijos. Sepamos discernir con mucha inteligencia cómo resolver el tema laboral de manera que no afecte el tiempo que necesariamente debemos dedicar a los hijos.

“Los expertos”

Esta ausencia significativa en la vida familiar, incluso por razones laborales, ha ido socavando la relación de padres e hijos. Sin querer ni darnos cuenta vamos arrinconándonos hasta desaparecer del mapa. Nos vamos auto excluyendo de la vida de nuestros hijos. Esto es gravísimo, porque cedemos nuestro irreemplazable rol de padres a otros a quienes la cultura moderna les confiere incluso la categoría de “expertos”.

Esta ha sido y sigue siendo una preocupación constante del papa Francisco cuando en muchas ocasiones en que ha hablado de la familia nos ha advertido del riesgo que implica confiarnos a los “expertos” incluso en los aspectos más delicados y personales de su vida. Cuando menos nos damos cuenta se abre una brecha entre padres e hijos, entre familia y sociedad, incluso entre familia y escuela.

Cuando los “expertos” se entrometen en la vida familiar se anula el rol formativo de los padres. Se les quita autoridad para formar, corregir, educar. Ciertamente que hay modelos educativo-familiares que tenían algunas limitaciones pero, y esto también lo recalca el Papa Francisco, “hay errores que sólo los padres están autorizados a cometer, porque pueden compensarlos de un modo que nadie más puede hacerlo, que es el amor de padres”. Queda clara entonces la primera idea: no podemos autoexcluirnos de nuestro rol formativo, con el pretexto del trabajo.

Invertir tiempo

El Papa Francisco habla de la “tacañería moderna” para referirse a ese prurito de no gastar tiempo para hablar, reflexionar, discutir.  Es necesario saber invertir el tiempo necesario para saber de nuestros hijos en qué parte del camino están. De vez en cuando es bueno inquirir dónde está realmente su alma. Al hablar de este tema el Papa nos pregunta: ¿lo sabemos? Más aún: ¿queremos saberlo?

Tenemos que aprender a educar en la escucha y la obediencia. Aprender a mandar, no de mala manera porque, como dice la escritura, eso desanima a los hijos. La labor educativa de los padres requiere de una sabiduría y un equilibrio muy grande.

No tengamos miedo de escuchar, de aprender, de adaptarnos a los cambios que la madurez progresiva va obrando en nuestros hijos. Si nos privan de nuestro rol de padres es cuando nos volvemos aprensivos y hasta posesivos y lo peor que nos puede suceder es no corregirlos nunca.

La familia educa

La característica esencial de la familia, por su natural vocación, es educar a los hijos. En eso consiste el trabajo, la tarea de los padres. Hacer que crezcan con responsabilidad. Esta responsabilidad tiene dos facetas: consigo mismo y con los demás. A eso la Evangelio llama crecer en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres.

Los padres de familia deben aprender a confiar en que su labor tiene que dar buenos resultados porque en la base de su esfuerzo y dedicación está el amor —“que no es egoísta ni se irrita, que no lleva cuentas del mal sino que todo lo excusa, lo cree, lo espera y lo soporta”—.

La vida humana no es producto de un laboratorio sino que se desenvuelve en la normalidad de la realidad. Jesús mismo pasó por esta experiencia. Tenemos además muy buenos ejemplos de padres sencillos que sin mucho estudio han sabido acumular la sabiduría que Dios nos da. Aprendamos del ejemplo de San José que en su vida familiar supo inculcar en su hijo adoptivo la fe, la libertad y la valentía necesarias para crecer y madurar.

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