Noviazgo: un tiempo para aprender a amar

Jorge Pacheco Tejada
Educador

Hace poco estuve en el matrimonio de dos jóvenes que he conocido desde niños. Él fue uno de los mejores amigos de mi hijo y ella hija de una compañera de trabajo y también amiga y compañera de colegio de una de mis hijas. He sido testigo de cómo han vivido un noviazgo relativamente largo y me encantó una expresión de triunfo que ambos tuvieron cuando terminó la ceremonia.

Percibí en aquella expresión la alegría de haber tomado una decisión madura y sensata que los ponía delante de la vida matrimonial con la certeza de su amor y la ilusión de proyectos comunes. Prepararon una celebración muy bonita, con muchos matices propios y con un profundo sentido cristiano. Se puede decir que ellos cumplieron, en su noviazgo, un itinerario de maduración que luego los llevó al altar. Como esta hay muchas historias que nos recuerdan la importancia de la etapa del noviazgo, tan menospreciada por la cultura de hoy.

En todos los idiomas

Cada lengua tiene su encanto. En italiano el noviazgo es el “fidanzamento”, que expresa más bien confianza, fiabilidad. En español, su raíz latina —novus— hace más bien referencia a lo nuevo. Novios, noveles que recién empiezan, que no tienen experiencia, por eso el noviazgo se asocia con la juventud y, para empezar a explicar el tema, podemos decir que se trata de un tiempo para aprender a amar, a compartir, a descubrirse, a conocerse.

No podemos subestimar ni descuidar la importancia de este aprendizaje. Cualquier empresa importante se fija en cómo empieza. “Saber empezar” es no descuidar todo aquello que se necesita para empezar bien. Si la vida matrimonial empieza bien significa que se ha entendido lo principal: que la madurez en el amor se funda el conocimiento de la otra persona al punto de estar ambos seguros que son capaces de compartir la vida que tienen “hasta que la muerte los separe”.

Las etapas

A los novios: ¡no salten etapas! No basta sentirse enamorados para ya pensar en el matrimonio. Conozco parejas cuyo noviazgo dura apenas la puesta del vestido de novia. No se trata de eso. Es importante entrar en esa etapa maravillosa de conocerse y compartir para dar el paso siguiente que es comprometerse a compartir la vida.

En esta etapa del noviazgo se debe trabajar para que ambos sepan cuáles son sus coincidencias y discrepancias, y vean hasta qué punto pueden ponerse de acuerdo en las cosas que ambos juzguen importantes. No puede haber en ninguno de los dos la sensación que el matrimonio es una esclavitud, al contrario, es la señal más clara de libertad cuando hombre y mujer se juntan para hacer de sus sueños una realidad.

La cultura

Hoy la cultura moderna no da importancia a esta etapa del noviazgo, no solo se muestra indiferente sino que maneja con muy poca seriedad y delicadeza este paso. Cuántas películas hacen referencia a la ligereza con que se toma el matrimonio en la que dos personas se casan sin conocerse, sin amarse y sin la menor capacidad de entrega e ilusión.

Por ello es que el noviazgo debe ser un camino de preparación intenso. El Papa Francisco lo recuerda así: “debemos dejarnos sorprender con los dones espirituales con los cuales el Señor, a través de la Iglesia, enriquece el horizonte de la nueva familia que se dispone a vivir en su bendición”.

Esto deben tenerlo muy presente los novios: descubrir los regalos de matrimonio de los amigos pero sobretodo descubrir el regalo de matrimonio que Dios tiene para cada uno de nosotros que asumimos esta aventura en su nombre.

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