No quiere, no puede o no sabe estudiar

Acabamos de celebrar el día del estudiante. Pero ¿quién es este personaje joven con ansias de realización personal y expectativa por un fututo lleno de oportunidades?
El estudiante es el aprendiz; es quien, a fuerza de aplicar sus facultades intelectuales, va asimilando no solo el conocimiento, sino que va desarrollando todas sus potencialidades que harán de él un hombre culto, cultivado.

Toda vez que estudiar no es una actividad sedentaria, hemos de señalar que todo aquel que aprende o que estudia algo, debe hacerlo con esfuerzo. A lo largo de mi vida de profesor —y mucho más hoy que me desempeño en el ambiente universitario— he visto alumnos que se enfrentaban a serias dificultades en su aprendizaje: no quieren estudiar, o no pueden estudiar o no saben estudiar. Son tres alternativas muy diferentes que permiten al estudiante ubicarse en la causa real de su dificultad de aprendizaje.

El que no quiere…

Es el estudiante que no ha forjado su voluntad. Puede que sea muy inteligente, pero desperdicia ese potencial porque interiormente no está predispuesto al esfuerzo. Deja las cosas para el último momento, no sabe lo que es prepararse con dedicación para un examen o hacer con esmero una tarea, no se esfuerza por atender y con mucha facilidad se distrae. No tiene la fuerza de voluntad que implica concentrarse, atender, ejercitarse, estudiar.

El que no quiere estudiar debe revisar sus motivaciones y su madurez. Es señal de inmadurez quien siendo ya un universitario, está esperando la presión familiar para cumplir con su responsabilidad. La decisión de estudiar, de rendir a la altura de su capacidad es una decisión personal que debe asumirla el propio estudiante una vez que se da cuenta en dónde radica su dificultad.

El que no puede…

Se trata de un caso que merece mayor atención. Puede que sea una situación pasajera porque alguna dificultad transitoria le impide concentrase de manera adecuada. Por ejemplo la muerte de algún familiar, una enfermedad, un acontecimiento que altera la rutina de su vida de estudiante.

Las crisis emocionales entrarían en esta categoría, porque con un poco de ayuda, el alumno vuelve a la normalidad. Si la crisis que motiva la falta de concentración para el estudio es más duradera, el muchacho necesita atención especializada, tal es el caso por ejemplo de la separación de los padres.

Hay quienes no pueden estudiar por otras causas; dificultades severas en la atención y concentración, la falta de base para la comprensión de una materia, el bajo nivel intelectual. Estos casos requieren atención y una estrecha colaboración entre padres y profesores. Aquí se impone un proyecto de desarrollo personal y un seguimiento más acorde a la naturaleza de la dificultad.

El que no sabe…

En esta categoría están los alumnos que, teniendo las condiciones para el aprendizaje y la voluntad de querer salir adelante, tienen bajo rendimiento porque simplemente no tienen un método de estudio, o porque dedican el tiempo a estudiar de manera poco efectiva por carecer de un sistema adecuado al aprendizaje.

La ayuda y orientación oportuna del profesor que detecte dónde está la dificultad, puede ayudar a superar la dificultad que es pasajera. Lo cierto es que nunca el aprendizaje tiene que ser traumático. Pero con la convicción que requiere, eso sí, de esfuerzo. Ese esfuerzo tiene su recompensa. Les decía que la primavera es época de siembra, de cultivo. La alegría de la cosecha es posterior.

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