No eduquemos hijos para la soledad

El espíritu de autonomía e independencia no puede devenir en soledad. Criar a un niño solitario es criar a un niño infeliz.

Jorge Pacheco Tejada
Educador

Vivimos en un mundo donde hay muchas personas solitarias. Y no es que estar solo sea del todo malo; de hecho, hay momentos en que lo necesitamos, ya sea para pensar, reflexionar, orar, ‘hablar con uno mismo’, etc. El problema es cuando la tentación de aislarnos de todo se vuelve un estilo de vida, al punto de convertirse en la miseria más profunda de muchos hombres cuyas vidas carecen de comunicación.

Una relación social poco cultivada nos lleva a desencantos, nos invita a cerrarnos, a cortar la comunicación con los demás. El egoísta se siente solo porque ha renunciado a amar y a ofrecerse a los otros. Por ser seres sociales requeriremos de los demás para compartir alegrías, gozos y tristezas, para que nos valoren y se preocupen por nosotros.

Juan Canal, en su libro Cofre de la sabiduría dice que la única cura contra la angustia de la soledad es el amor. Por ello, desde la familia, tenemos la obligación de enseñar con urgencia a los hijos la necesidad de la vida en común. Nuestra familia tiene que ser la primera escuela donde ellos formen y desarrollen las habilidades sociales, y aprendan a compartir emociones, experiencias e ilusiones.

Respeto y solidaridad

Una manera efectiva de desarrollar las habilidades sociales es educarles en el respeto. Es esta disposición la que nos lleva a regular nuestra conducta, nuestras actitudes y expresiones que pueden incomodar a los demás.

Otra manera efectiva de desarrollar habilidades sociales y prepararlos para la vida comunitaria es la solidaridad, que no es otra cosa que comprender los problemas de los otros, acercarnos a los otros, sentir con los otros, construir con los otros; solo así saldremos de nuestro egoísmo, abriremos nuestro corazón y empezaremos a amar y servir.

Si desarrollamos habilidades sociales, estaremos preparados para formar una comunidad, que consiste en vivir el uno en el otro, con el otro y para el otro.

Vida común

El hombre adquiere sentido de realización cuando vive en familia, en comunidad, cuando sirve a alguien, cuando ama a alguien, entonces es cuando nace como ser humano. Por eso, la familia es escuela de comunidad, porque es en el seno familiar que aprendemos lo que es el amor y el servicio.

Aprender a vivir en comunidad es aprender a ser feliz, porque la felicidad es el resultado de una buena convivencia.

Como padres de familia, tenemos la tarea impostergable de educar a nuestros hijos para la vida. Si no desarrollamos en ellos las habilidades sociales, los estamos haciendo egoístas. Nuestros hijos deben aprender a interesarse por los demás, a hacer cosas que involucren a otros; solo así estaremos pasando del ‘yo’ al ‘nosotros’.

Este es el único medio para garantizar un desarrollo armónico y equilibrado. No eduquemos hijos para la soledad y el egoísmo, sino para el amor y el servicio.

Salir de la versión móvil