La familia, escuela de generosidad

Hoy en día la generosidad no es entendida en su verdadera dimensión. El consumismo y la competitividad de la sociedad en la que vivimos parecen ser los responsables. Actos generosos en ocasiones son considerados como propios de personas débiles. En otras ocasiones la generosidad es tan solo una acción que busca revertir en beneficio de la persona que dice practicarla y en este sentido no da cuenta de un auténtico desprendimiento personal.

Si estas concepciones erradas sobre la generosidad llegan a la familia, a través de la mente de los padres — que son los llamados a procurar el desarrollo de virtudes en sus hijos—, es lógico que la formación que darán a sus hijos no será la más adecuada; es por ello que considero importante y necesario comprender las verdaderas implicancias de la forja de esta virtud para el crecimiento personal del ser humano.

La justicia

En primer lugar será necesario comprender que la generosidad es parte integral de la justicia, que consiste, siguiendo a santo Tomás de Aquino, en “cierta rectitud del alma por la que el hombre obra lo que debe en cualquier materia”. Además, añade el aquinate, “el acto propio de la justicia no es otra cosa que dar a cada uno lo suyo”.

La vivencia de la justicia en el seno familiar ordena la convivencia social y comunitaria, tan importante y necesaria en las relaciones con los demás. Cuando el niño ingresa a un colegio ya debe tener el cimiento de esta virtud para que, con la adecuada guía de sus maestros, sea luego capaz de afianzarla e internalizarla definitivamente.

La generosidad

¿Qué tiene que ver la justicia con la generosidad? Cuando los padres —con lo mucho o poco que puedan poseer—, son generosos, enseñan a sus hijos a compartir lo que tengan y no a actuar sólo en función de sus propios requerimientos o egoísmos. Se convierte entonces en un acto de justicia el compartir algo con quienes se encuentren en necesidad. Para ello es necesario que desde pequeños, nuestros hijos aprendan a ser desprendidos y a darle el valor real a las cosas. También es bueno que aprenda a ahorrar y gastar el dinero de la manera adecuada, no sólo para su propio bien, sino teniendo en cuenta también el bien de los demás.

Con el ejemplo

La generosidad se debe procurar forjar con el ejemplo, y en esta línea los padres deben cuidar mucho no caer en el facilismo de ser “generosos” solamente dando cosas, sino que deben ser un testimonio de mayor desprendimiento. Por ejemplo, dar dinero para una campaña en favor de los pobres es muy bonito, pero será distinto si además participan directamente llevando todo lo necesario, atendiendo a las personas necesitadas, etc.

De esta manera no solo están donando bienes materiales sino su tiempo y esfuerzo personal.  Por otro lado, los padres que sacrifican actividades con amigos o del trabajo por pasar un tiempo con sus hijos, están siendo generosos con los mismos; lo mismo aquellos que se esfuerzan por perdonar alguna injuria porque reconocen la necesidad del otro de recibir amor y consideración.

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