Cuatro condiciones para aplicar un castigo

El castigo forma parte de la función educativa para reconducir los comportamientos desviad

Jorge Pacheco Tejada
Educador

La aplicación de sanciones siempre es desagradable. Es más lindo proporcionar alabanzas y dar regalos. Pero educar supone también soportar situaciones de tensión, siempre en beneficio de los hijos. El problema no está en tener que aplicar un castigo en alguna ocasión, sino en cómo hacerlo para que no se repita la falta. En ese sentido, podríamos resumir en cuatro las condiciones que garantizan el efecto positivo de un castigo.

Proporcionalidad

El castigo debe ser proporcional a la gravedad de la falta, porque si es exagerado no llevará al propósito de enmienda, sino que despertará sentimientos de rechazo hacia la persona que lo aplica.

A veces una mirada o unas palabras de desaprobación bastan. Estemos seguros de que no se perciba en la aplicación del castigo un acto injusto, en todo caso expliquemos con razones claras el porqué de la sanción.

En privado

Debemos desterrar la humillación y la vergüenza ante los demás. Solo si la falta ha tenido notoriedad pública convendrá que se sepa públicamente su castigo, sin necesidad de que la aplicación de este se realice en público.

La conversación privada para reflexionar sobre las consecuencias de transgredir la norma es el tipo de sanción más recomendable. Es con ese diálogo que se puede lograr el compromiso personal de no repetir la falta.

Desde el corazón

Debe hacerse siempre desde la afectividad, de modo que quede claro que no impacta la estima que los padres tenemos por el niño o por el adolescente. Por ello debemos eliminar expresiones como “¡ahora no te quiero!” o semejantes al sancionar una falta. Podríamos más bien decir: “porque te quiero, no te permito que… ”.

Que se cumpla

Nunca proferir amenazas de castigo que no vamos a cumplir, porque entonces las advertencias perderán sus posibles efectos. Mejor aún si el castigo se efectúa en cuanto se ha cometido la falta, para que esté estrechamente vinculado a esta.


¿Y los castigos en la escuela?

Si la escuela aplica algún castigo, los padres han de actuar coherentemente. Esto significa no disculpar al niño sin antes conocer las causas de la medida, y mucho menos adoptar una actitud de condena, sin conocer sus motivos, contra el profesor que ha aplicado el castigo.

Si se trata de una falta grave, los padres tienen todo el derecho —y el deber— de hablar con el profesor responsable para actuar coordinadamente y evitar que la falta se repita, pero nunca hacer de abogados defensores del niño hasta el punto de atentar contra la autoridad pedagógica del profesorado y de la institución educativa. Todo ello dentro de los límites que sean razonables, como es natural.

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