Confianza y libertad: dos claves para comunicarnos con los hijos

En el seno familiar, las actitudes de servicio y acogida deben ser regla de oro.

Jorge Pacheco Tejada
Educador

Tengamos la clara convicción de que la comunicación es una fuerza que acerca, que une a todos los miembros de la familia, generando un ambiente de bienestar y tranquilidad.

Cuando las personas en el seno familiar se sienten aceptadas y queridas, son capaces de aceptar y querer a los demás y este es el requisito para sentirse bien, para estar emocionalmente serenos y equilibrados. Si deseamos que surja la comunicación familiar, debemos reforzar dos pilares: confianza y libertad.

Confianza

No se impone, hay que ganársela. Para ganarnos la confianza de los hijos, hay que dedicarles tiempo. Ellos deben sentirse acogidos con todo el cariño que podamos expresarles. Deben saber que no hay nada ni nadie más importante que ellos.

Pero la confianza no puede sola, necesita de la sinceridad para aportar seriamente a la educación de los hijos, a quienes hay que inculcarles, desde muy pequeños, que decir la verdad es siempre lo mejor.

Si queremos que sean sinceros, seamos sinceros con ellos. Muchos niños y jóvenes aprenden a mentir fijándose en sus padres. No nos cansemos de repetir la importancia de la sinceridad y de la confianza.

Libertad

La mejor manera de educar en la libertad es enseñarles a hacer el bien, no lo que les guste o apetezca. Sobre este asunto siempre hay que hablarles seriamente. Con la libertad no se juega, con la responsabilidad tampoco. El aprendizaje de la libertad es el punto más conflictivo en la relación familiar. Este tema debe ser tratado sin tensiones ni enfados, debe hablarse con tranquilidad; y cuando haya que decirle que no a algo, explicar bien las decisiones y los motivos.

Los hijos deben aprender a sentirse libres y responsables, siempre las dos cosas juntas, porque son como las dos pilas de una linterna: si falta una de ellas, la madurez humana no funciona, así como la linterna no se prende.

Complementos

La confianza y la libertad se concretan a través de actitudes. Una de ellas es el respeto mutuo. Se trata de ser reverentes con la dignidad de nuestros hijos, respetar incluso sus defectos y errores. Nada de insultos, de palabras soeces, de actitudes o expresiones de desprecio. Debemos aprender el don de la delicadeza en la relación con los demás miembros de nuestra familia.

El respeto puede dar paso al interés manifiesto por lo que les pasa, por sus triunfos y derrotas, por sus logros y dificultades. Debemos acercarnos a sus intereses, a sus anhelos, a sus crisis; estar atentos a cómo se sienten. Una palabra de aliento, un abrazo, un detalle para decirle al hijo que nos interesa lo que le pasa.

Tengamos siempre presente que los hijos se sienten a gusto con nosotros cuando saben que son queridos. En un ambiente de confianza, se muestran como son y mejorará la comunicación. No tengamos reparo en iniciar el diálogo, no dejemos pasar las oportunidades. Ahora es cuando.

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