¿Cómo educar los sentimientos de nuestros hijos?

La idea es lograr que los sentimientos sean connaturales a las personas, sin que se dejen manipular por ello.

Jorge Pacheco Tejada
Educador

¿Cómo hacen los papás que quieren que sus hijos no sean manejados por sus sentimientos? Tomaré algunas ideas del artículo “¿Cómo combatir los pensamientos negativos?”, de Luisa Acelas, a las que voy a añadir mi propia visión y enfoque, porque creo que pueden ayudarnos a vivir la vida de manera más positiva.

La negatividad
Cualquier experiencia humana puede ser vista positiva o negativamente. Conozco un amigo que este año sufrió un accidente automovilístico que casi le cuesta la vida. Apenas recobró la lucidez, iba yo dispuesto a confortarlo, pero salí confortado.

Simplemente decidió ver el lado positivo del asunto y me dijo: “Esta segunda oportunidad que me regala Dios, no la voy a desaprovechar”. Ahora tiene claro el panorama. Para él, este accidente lo ubicó en la vida, sabe qué sentido tiene y está dispuesto a lograr la plenitud de vida, como él mismo explica. Ser positivo, sin embargo, no implica negar los problemas que existen en todo acontecimiento. Hay que ver la existencia desde un optimismo esperanzador y realista.

La actitud positiva

Dicho lo anterior, es muy favorable acostumbrar a los niños y jóvenes a tener pensamientos buenos, positivos, que proporcionen bienestar emocional. El reto está en no quedarse en una actitud de coach. No somos eso, somos padres, y como tales debemos ayudarles a descubrir la fuerza de la vida espiritual, que es de donde nace toda actitud positiva ante la vida. Un profesor, de esos que dejan huella, me enseñó una hermosa oración: “Que nada ocurra hoy día Señor, que Tú y yo no hayamos planeado juntos”.

El cuerpo habla

Somos una unidad psicoespiritual y material. Po eso, no es raro constatar que una vida espiritual saludable nos permite irradiar una actitud positiva que desencadena un vivo sentimiento de bienestar general.

Por el contrario, cuando la vida espiritual está en crisis, generamos pensamientos negativos y autodestructivos, que nos inducen a malos hábitos de vida y, en el peor de los casos, a enfermarnos, afectando nuestra salud corporal.

El para qué

Desde una visión de fe, preguntar para qué, en lugar de por qué, tiene mucho sentido. Frente a una dificultad, en lugar de desesperarnos y gritar: “¡Por qué me sucede esto a mí!, ¡qué he hecho para merecerlo!”; preguntémonos: “¿Para qué ocurre esto?, ¿qué debo aprender o aceptar?”. Se trata de encontrar respuestas sinceras a la situación y no de agudizar las dudas. Eduquemos a nuestros hijos a no dejar que las emociones los invadan. Debemos enseñarles a superarlas y que no es malo sentirlas.

Las cosas buenas

Ejercitemos a nuestros hijos para que sean capaces de reconocer qué cosas buenas les ha ocurrido en el día, en la semana, en el mes que concluye, en el año, en esta etapa de su vida. La memoria también debe de estar llena de regocijo, encuentros alegres, momentos preciados y personas entrañables, porque todo eso irá contribuyendo a la construcción de la historia personal de los más pequeños.

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