¿Bebés o muñecos?

Por: Pilar Guembe y Carlos Goñi
Blog Familia Actual

A menudo, a los hijos los tratamos como a muñecos. Sobre todo, ocurre con los bebés. Es como si, a veces, se nos olvidara que son seres humanos porque parecen tiernos como muñequitos de goma y se dejan hacer sin protestar. Jugamos con ellos, los cuidamos, les cantamos y susurramos, los acariciamos, los besamos, los miramos y remiramos, los fotografiamos… Todo eso está muy bien: qué madre o qué padre no lo ha hecho una y mil veces; pero, en algunos casos, nos pasamos de la raya y tratamos a nuestros bebés como si fueran juguetes.

Sesiones

Hay padres que lo hacen, que confunden a sus hijos con un muñeco. Ejemplo de ello son esas sesiones fotográficas (hechas en casa o contratadas) que comienzan a proliferar y a ser comunes en muchas familias, y que no hacen sino convertir a recién nacidos en modelos inconscientes, dormidos las más de las veces, utilizados para generar una imagen de ternura pero que, a menudo, producen lástima.

Bebés embutidos en un frasco de bolas de chicle, colgados en calcetines, vestidos de angelitos o de princesas, subidos en un camión de juguete, simulando posturas de mayores, metidos en una caja de regalo, encajados en una calabaza, disfrazados de mil maneras… son fotografías graciosas, pero no sabemos si a sus protagonistas les hace alguna gracia.

La plataforma digital BoredPanda recoge una selección de fotos que han sido colgadas en Pinterest y destaca la dificultad artística que conlleva su realización. No dudamos de que esas fotografías están hechas con buena intención y que algunas son muy divertidas, algo (el humor) que hemos de tener siempre en cuenta en la educación de nuestros hijos, pero no podemos caer en el error, llevados por la moda, de convertir a nuestros bebés en modelos forzados.

El niño no se va a quejar, por supuesto, a lo sumo llorará o se hará pipí en el momento más inoportuno, algo que enriquecerá la “viralidad” de la fotografía, pero pensemos en el “uso” que estamos haciendo de nuestros hijos y del modelo de relación que establecemos con ellos.

Consecuencias

Antes de hacer algo divertido con nuestros hijos, aunque parezca de lo más ingenuo, sopesemos su alcance educativo. Nos jugamos demasiado como para jugar con esas cosas. No tenemos que disfrutar de nuestros hijos, sino disfrutar con ellos.

El viejo carpintero Geppetto se sentía solo porque no tenía hijos. Tanto añoraba ser padre que fabricó un muñeco de madera de pino, al que llamó Pinocho, con la esperanza de que se convirtiera en un niño de carne y hueso al que poder querer y educar. Sabemos por el cuento de Carlo Collodi que el hada madrina hizo realidad su sueño.

Desde aquel día, el nuevo padre comprobó que tener un hijo de verdad es mucho más difícil y arriesgado, pero también más intenso y humano que jugar con un muñeco. Parece que en nuestros días, algunos padres, al contrario que el viejo Geppetto, prefieren que sus hijos se conviertan en muñecos.

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