Aprender a comunicarnos con los jóvenes

La frase ‘todo tiempo pasado fue mejor’ deja muy pocas alternativas de acercamiento con los jóvenes. Hay que evitarla.

Jorge Pacheco Tejada
Educador

En la escuela y en la familia, pocas veces escuchamos a los jóvenes. Noto que con frecuencia pensamos que sería más fácil mantenernos ‘a distancia’ y esa no es la actitud adecuada, como tampoco que al hablar de la problemática juvenil afloren, casi de la nada, grandes estudios y muchos ‘especialistas’.

¿Cómo empezar a entenderlos? Primero, asumir que hablan con coraje, sin vergüenza; eso hace que, muchas veces, a los adultos nos dé miedo abrir espacios para escucharlos. Segundo, animarlos a ser valientes, a que digan lo que sienten y, si se equivocan, corregirlos con cariño.

Diálogo

Debemos aprender a dialogar con los jóvenes. Los padres y los maestros estamos en la obligación de lograr una cercanía que sea garantía de encontrarnos, de acogernos y amarnos en serio; de caminar juntos y de compartir sin miedo.

La moderna educación debe ser señal de algo grande: la voluntad de la familia y de la escuela de ponerse a la escucha de los jóvenes, sin excepciones.

Una señal de cercanía es preguntarles con vivo interés sobre qué buscan en sus vidas. Nos vendrá bien escucharlo. A los padres debiera interesarnos saber en qué parte del camino están nuestros hijos. Esa pregunta, planteada con sinceridad, debiera invitarnos a caminar juntos y compartir con entusiasmo la búsqueda de la verdadera alegría de cada uno.

Nuevos caminos

Con los jóvenes, hay que atreverse siempre a encontrar nuevos caminos. No dejemos que nos invada el miedo o la desidia. En este aprender a dialogar cara a cara y sin temores con nuestros hijos jóvenes, debemos aprender a atrevernos a encontrar caminos nuevos, aunque esto pueda tener riesgos.

Un padre de familia y un profesor que no arriesgan para lograr dialogar con los jóvenes no maduran en su paternidad o en su vocación de educador. Debemos aprender a arriesgar, acompañados por la prudencia, pero nunca debemos quedarnos estancados o apartados de nuestros hijos.


Tres lenguajes

Para conversar con los jóvenes, como lo recuerda el papa Francisco, debemos usar tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. El primero implica aprender a pensar bien; no solo pensar cosas o saber cosas, eso es lo importante.

Además, hay que pensar y progresar con el pensamiento. Libertad de pensamiento. El segundo tiene que ver con aprender a educar el sentimiento. Y el tercero, con el ‘hacer’, porque también somos todos artesanos y creadores. Ir por este camino y avanzar en una educación total y personal.

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