La Iglesia a la minería: desarrollo integral, incluyente y sostenible

No solo ocurre en Perú, sino que alrededor de todo el mundo se viene incrementando la sensibilidad frente a los impactos sociales y ambientales producidos por la industria minera. Pero no solo eso, sino que también se evidencia una preocupación creciente por los modelos de desarrollo que acompañan al extractivismo, y cómo éstos repercuten sobre los valores familiares y sociales, las costumbres locales, y la relación de los hombres con el medio ambiente.

Sin ir muy lejos, en los últimos meses, la Iglesia Católica ha sido el lugar que ha acogido parte de esta preocupación. El mes pasado el Pontificio Consejo Justicia y Paz organizó en Roma un encuentro de representantes de comunidades afectadas por actividades mineras; y un poco antes el Papa Francisco publicó la encíclica social “Laudato si’”, donde entre otros aspectos del cuidado ambiental, también se refiere al tema de la actividad minera.

Este contexto reciente le ha permitido a la Iglesia Católica ofrecer algunas luces “fundamentales”, para garantizar un enfoque de auténtico desarrollo integral, y en ese sentido también una alternativa de solución a los conflictos socio-ambientales, como los que ocurren en Perú y Arequipa.

¿Iglesia ambientalista?

Lo primero que hay que aclarar es que la valoración que la Iglesia hace sobre este problema no puede calificarse de “ambientalista”. Decimos esto porque algunas organizaciones han tratado de instrumentalizar hacia ese sentido las palabras de la Iglesia. El mismo Papa Francisco ha dicho que su encíclica “no es una encíclica verde” sino social.

En este sentido, el reciente encuentro con comunidades afectadas por la minería, sirvió para constatar las circunstancias sociales y humanas difíciles que viven muchas poblaciones del mundo a consecuencia de esta actividad extractivista. “La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas (..) Ya somos muchos los que hemos tomado conciencia de este grito desgarrador que viene de las zonas donde se buscan y se extraen minerales”, dijo el Cardenal Peter Turkson en el evento.

El Prelado, durante su intervención tuvo palabras muy duras para señalar que “hay individuos que trabajan sin un propósito verdaderamente humano. Hay aspectos negativos ante la primacía del ser humano, hay insensibilidad al bienestar del ambiente social y natural y tantas experiencias de fragilidad, abandono y rechazo. Los responsables son los inversores, empresarios, políticos y líderes de los países donde se encuentran los yacimientos o de los países donde tienen su sede los cuarteles generales de las empresas mineras multinacionales”.

El Cardenal Turkson no quiso generalizar a todo la industria minera, sino que se refería a los casos de explotación, corrupción, violación de derechos humanos y contaminación que ocurren principalmente en África.

Desarrollo integral

El Papa Francisco también quiso estar presente en este encuentro a través de una carta que fue leída en el evento y en la que señala que “los minerales y, en general, la riqueza del suelo y el subsuelo constituyen un don precioso de Dios, que la humanidad ha utilizado durante miles de años. Los minerales, de hecho, son fundamentales para numerosos sectores de la vida y la actividad humana”.

Luego agrega que en la encíclica “Laudato Si” quiso “lanzar un llamamiento urgente a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, para contrastar las dramáticas consecuencias de la degradación ambiental en la vida de los pobres y excluidos, y avanzar hacia el desarrollo integral, incluyente y sostenible”.

Con estas palabras queda claro que la Iglesia no se opone a la minería, sino que exige que ésta contribuya a generar un desarrollo integral que tenga al ser humano, en sus dimensiones materiales y espirituales, como objeto de su preocupación principal.

Y para lograr este objetivo, el Papa exhorta al sector minero a “efectuar un cambio radical de paradigma para mejorar la situación en muchos países. Los gobiernos de los países de origen de las empresas multinacionales y los de aquellos en los que operan pueden contribuir a ello, así como los emprendedores e inversores, las autoridades locales que supervisan la ejecución de las operaciones mineras, los trabajadores y sus representantes, las cadenas de suministro internacional con sus varios intermediarios y los que trabajan en los mercados de estas materias, los consumidores de productos en los que se han utilizado minerales”.

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