El Jubileo de la Misericordia

Siguiendo la convocatoria del Papa Francisco, el pasado domingo 13 de diciembre —tercero de Adviento—, en la Plaza de Armas de Arequipa, inauguramos el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que durará hasta el 20 de noviembre del próximo año.

¿Qué es un Jubileo?

Los jubileos hunden sus raíces en la iniciativa de Dios. Por mandato suyo, el pueblo de Israel los celebraba cada cincuenta años y duraban un año entero que se dedicaba de mo-
do particular a Dios y a restablecer la justicia social. Durante el año jubilar, los esclavos debían ser liberados, las deudas condonadas y las tierras debían volver a sus propietarios originales.

En la Iglesia Católica, los jubileos fueron establecidos por el Papa Bonifacio VIII al inicio del siglo XIV, como un tiempo de especial alegría por el misterio de nuestra salvación que Dios ha realizado en Cristo. La Iglesia se alegra por la salvación y lo manifiesta de modo externo, procurando crear las condiciones necesarias para que todos los hombres puedan participar de esta alegría.

El jubileo, entonces, es un año de gracia que se manifiesta de modo especial en el perdón de los pecados y de las penas por los pecados, suscitando la conversión del corazón a Dios y la reconciliación con Él y con el prójimo.

Extraordinario

Por lo general, los jubileos en la Iglesia Católica se realizan cada 25 años; pero en determinadas circunstancias el Papa puede convocar un jubileo extraordinario, como ahora lo ha hecho Francisco con la finalidad de concedernos un año en el cual podamos contemplar de modo más intenso la misericordia de Dios para con nosotros y, como consecuencia de eso, podamos también nosotros ser misericordiosos con los demás.

La Misericordia

En un mundo cada vez más dividido a causa del endurecimiento del corazón de los hombres, resulta particularmente urgente anunciar y dar testimonio de la misericordia de Dios. Este es un aspecto esencial de la misión de la Iglesia y debe caracterizar la vida de los cristianos. Sin embargo, muchas veces en nuestra vida cotidiana buscamos sólo la justicia humana y dejamos de lado el perdón. De ahí que el lema elegido por el Papa para este jubileo sea “Misericordiosos como el Padre”.

Para alcanzar esa meta, Francisco nos invita a aprovechar los medios que nos brinda el Año Jubilar. En primer lugar, escuchar con más atención la Palabra de Dios, no sólo en la Misa sino leyéndola y meditándola también en casa. En segundo lugar, yendo en peregrinación hasta la Puerta de la Misericordia que el Papa ha dispuesto que se abra en cada diócesis, y que en Arequipa será la puerta principal de nuestra Catedral, de modo que al atravesarla podamos experimentar la misericordia de Dios para con nosotros. En tercer lugar, este año los sacerdotes hemos de dedicar más tiempo al sacramento de la Confesión, de modo que los fieles puedan acceder a él con mayor facilidad.

Asimismo, todos los católicos hemos de aprovechar más la Cuaresma como un tiempo de conversión y penitencia, y a lo largo del año realizar diversas obras de misericordia, corporales y espirituales. Para ayudarnos a que sea así y a que la gracia del jubileo perdure una vez concluido el año, el Papa ha concedido que podamos obtener la indulgencia plenaria cada día.

En síntesis, comenzamos un tiempo de gracia y de perdón. Dios quiere introducirnos en su corazón misericordioso de Padre, que es el único capaz de sanar nuestras heridas más profundas, saciar el verdadero anhelo de nuestro corazón y darle sentido pleno a nuestra vida. No dejemos pasar esta oportunidad de experimentar el perdón de nuestros pecados, el fortalecimiento de nuestra fe y el gozo de vivir en comunión con Dios, con nuestro prójimo y con la entera creación.

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