Tanatopraxia: el arte de maquillar la muerte

Esta es la historia de un docente, que se convirtió en tanatopractor y a través de este oficio, aprendió a valorar más la vida

Juan Pablo Olivares

Hernán Yucra Gonzáles (40), maquilla a los difuntos; los viste, amortaja, perfuma y los peina. Su oficio es la tanatopraxia, que no es otra cosa que la preparación, conservación, restauración y cuidado estético de un cadáver.

Este oficio poco conocido y que practica desde hace diez años, no es una tarea fácil. Yucra afirma que se requiere de un alto grado de concentración, respeto y cierta carga emocional, para conseguir que el difunto se despida de sus familiares en las mejores condiciones.

“Lo que reconforta de esta profesión, es saber que se hizo un buen trabajo. Hacer que la imagen del difunto cambie, permite a los deudos asimilar mejor el duelo”, dice.

Trabajo humano

Yucra, sabe que se enfrenta a la muerte y convive con ella prácticamente todos los días, sin embargo, asegura que la tanatopraxia no es un trabajo sucio, por el contrario, es un oficio que alguien debe hacer. “Primero, le tengo respeto al difunto y me concentro en lo que hago. Trato al cuerpo de la forma más delicada y cuidadosa posible. Pienso siempre en sus familiares”, subraya.

Pero maquillar y vestir a los cadáveres, es solo una parte del oficio de un tanatopractor. El trabajo empieza cuando se retira el cuerpo del hospital, morgue o lugar donde se encuentre, hasta que el cuerpo se entierra o incinera. En este proceso, hay que acondicionar, embalsamar, conservar o realizar lo que el cuerpo necesite.

“Es importante  tener una debida protección y proceder a preparar el cuerpo. Lavarlo, inyectar el líquido en base a formol y agua para su conservación. Quizás lo más difícil, es la formolización y taponeo con algodón de los orificios. Todo esto se hace con implementos especializados y en un lugar adecuado”, puntualiza.

Verse bien

La parte final de la preparación del cuerpo, consiste en embellecer la muerte mediante el maquillaje. Este último paso se basa en el deseo, gustos y preferencia de los familiares.

“Ellos [los familiares], generalmente me traen una foto y me piden cómo quieren el maquillaje. Para ello, se cuenta con una gran variedad de elementos como brochas, cepillos, polvos, lápiz labial de diferentes colores, pinzas, todo se usa para dejar el rostro tal y como quieren sus familiares, pero sobre todo se hace el mejor trabajo para mitigar de alguna manera su dolor”, cuenta.

Sensibilidad y compasión

Para ejercer este oficio, Hernán asegura que hay que tener preparación, cierta fortaleza psicológica y trabajar profesionalmente, pero sin dejar de ser humano. Contrario a lo que se piense de aquellos que ejercen este oficio, Hernán asegura que quienes lo practican, se enfrentan a la muerte de una manera especial y necesitan humanidad y compasión.

“No hay que ser una persona fría pues vas a tener contacto con los familiares y para ello, hay que ser sensible y empático; también fuerte, sereno y responsable. Son muy pocas las personas que pueden ejercer este oficio”, señala.

Hernán —docente de profesión— confiesa que nunca pensó trabajar en una funeraria ni mucho menos preparar difuntos. No obstante, los gastos y pasar más tiempo con su familia, lo motivaron a incursionar en la tanatopraxia.

“Empecé trabajando como vigilante y vi la labor de mis compañeros en la preparación de los cuerpos. Luego decidí dedicarme a esto. Al inicio fue difícil, pero me fui acostumbrando”, recuerda.

Hasta antes de la pandemia, Hernán Yucra, preparaba entre 6 y 8 cuerpos diarios. Hoy esa cantidad disminuyó a 1 por día, pese a ello, Hernán se capacita en cursos sobre la conservación de los cuerpos, bioseguridad y maquillaje. Asegura que no se arrepiente de haber dejado la docencia, pues tiene el apoyo incondicional de su familia. Además confiesa que el trabajar en la tanatopraxia  le enseñó a valorar la vida.

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